“Trump:
ensayo sobre la imbecilidad”
Joel
Hurtado Ramón
Cuando hace algunos años vi
por primera vez una serie de “Los Simpson” de inmediato identifiqué al
personaje principal, llamado Homero, con el estaunidense medio. Esa fue la
primera impresión que me dio y en realidad no me agradó porque lo sentí
demasiado vulgar y grotesco, a pesar de que muchos niños, jóvenes y adultos se
divierten con él porque les parece gracioso, a tal grado, tengo entendido, es
una de las series más vistas y antiguas de la televisión en el mundo.
Esto lo traigo a colación
porque ahora que triunfó Trump fue precisamente con el voto del ciudadano medio
de esa nación y no precisamente con la mayoría de sus conciudadanos, ya que el
voto popular así lo indica.
En Estados Unidos el éxito
lo representa el sueño americano, hacer dinero sobre todas las cosas sin
importar la forma y manera como se haga, por eso el magnate inescrupuloso,
xenófobo, misógino y racista, a pesar de todas sus limitaciones humanas es para esa
corriente un ejemplo a seguir, de ahí que se haya levantado con un triunfo
que se pensaba no conseguiría.
Ahora que todo está
consumado la imaginaria pesadilla ha pasado de ser eso a una cruenta realidad.
Los inmigrantes ya
comenzaron a ser acosados, a pesar de que muchos tienen sus papeles en regla y
algunos otros no se les permite entrar al territorio estaunidense por su color
o religión.
El
muro que siempre dijo que levantaría, siendo una de sus principales banderas de
campaña, ya pasó de la idea a la acción al firmar el documento que lo legitima
de acuerdo a su política interior, con la amenaza, correspondiente, de que el
estado mexicano lo tiene que pagar a través de imponer impuestos arancelarios a
todas exportaciones que hagamos.
Sin
embargo muchos personajes relevantes lo siguen criticando por su desmesurada
actitud, sin que a él esto le importe
un bledo, de acuerdo a su soberbia ya demostrada.
Existen
quienes lo definen como un autócrata empedernido que nunca miente cuando habla,
porque aun cuando diga barrabasada y media el siempre cree lo que dice.
Trump,
a diferencia de la mayoría de los políticos que siempre mienten cínicamente y
sin rubor alguno, no miente, dice lo que piensa porque está seguro de que lo que dice es la verdad: su
verdad y además está dispuesto a
cumplirla.
Si
él dice que los mexicanos somos violadores y asesinos está seguro de su
certeza.
Si
dice que todos los musulmanes son unos barbaros terroristas está diciendo la
verdad: su verdad.
Es
por esos motivos que tiene que combatirlos o combatirnos, porque como el Cid
Campeador debe de ganar sus batallas aun cuando esté muerto y eso es lo que lo
hace peligroso.
Adolfo
Hitler decía que los judíos eran los causantes de todos los males, no solo de
Alemania sino del mundo entero, por eso había que combatirlos hasta la solución
final y eso fue lo que nos llevó a una segunda guerra mundial.
El filósofo
Aaron James en su libro titulado “Trump: Ensayo sobre la imbecilidad” no
duda en absoluto que Trump es un hombre peligroso.
En
primer lugar, Trump ha llegado hasta dónde ha llegado porque millones de
norteamericanos piensan exactamente igual que él. Y dos: es un imbécil, pero
podría este no ser su peor defecto
Por
su parte el escritor Óscar García Blesa
afirma que existe cierta tendencia a confundir un imbécil con un idiota, o
incluso con un estúpido. Pero también dice que
no son lo mismo. El estúpido suele ser desconsiderado por sistema,
producto de su escaso sentido común, aunque no duda en disculparse llegado el
caso. El idiota es idiota por su ignorancia, es consciente del acto que está
llevando a cabo y sin embargo lo realiza de todas formas. Lo hace porque no le da
para hacer un acto más inteligente, sencillamente no da para más. En cambio, el
imbécil es plenamente consciente del acto que está realizando. El problema, y
ahí estriba su peligrosidad, es que lo ha planeado y ha desarrollado
estrategias para ascender socialmente a base de imbecilidades. El acto de
imbecilidad, a diferencia del de la idiotez o estupidez, está orientado a la
aceptación de los que considera sus pares. Es decir, va dirigido hacia un grupo
específico. Y aquí es cuando saltan las alarmas: ese grupo específico tiene
forma de decenas de millones de votos. Poca broma, escribe con preocupación.
En
cuanto a James no escatima en detalles cuando describe a la clase política.
Según él, los políticos (en general, de cualquier partido, en cualquier país)
creen que su mierda no apesta. Trump es distinto. Él está metido en la mierda
hasta el cuello y sigue siendo rico, y lo hace sin perder el rubio de su pelo
ni el rosa de su cara. Es decir, justo lo que necesitaba el votante
norteamericano, el Homero Simpson que nunca piensa y menos reflexiona, sino no
hubiera cometido la estupidez de elegirlo, creo yo.
El
autor acierta al descubrir las claves del éxito de Trump, o lo que es lo mismo,
¿cómo demonios un personaje así ha llegado a ser candidato a presidir los
Estados Unidos? (el libro fue escrito antes de las elecciones) Sencillo: los
políticos mienten, todos. Y Trump también, por supuesto. Pero a diferencia de
los políticos de “oficio”, él miente sinceramente. ¡Claro que suelta embustes
cada cinco minutos!, pero son las mentiras que lleva contando desde siempre,
las que todos conocen, por lo que, y aquí viene la gran paradoja, no existe
sensación de que te esté engañando.
Hitler
nos llevó a la segunda guerra mundial siguiendo “su verdad”, ¿hasta dónde nos
llevará Donald Trump siguiendo la suya?
No hay comentarios:
Publicar un comentario