EL
PODER DE LA SOCIEDAD CIVIL.
Joel
Hurtado Ramón
En los actuales procesos
electorales la sociedad civil constituye la gran masa que con su voto decide
las contiendas democráticas, por este motivo es definitivo su voto a favor o en contra de un
partido o también absteniéndose o
anulando.
La sociedad civil
generalmente no participa dentro de una corriente política determinada, no
pertenece a un partido político en particular pero es la que inclina la balanza
en un momento decisivo, electoralmente hablando.
Si bien es cierto que
particularmente la sociedad civil no se encuentra dentro de ningún partido
político, no es menos cierto que, en alguna ocasiones, busca organizarse por
segmentos de acuerdo a valores sociales que le parecen más enriquecedores que
los que representan los partidos políticos, y es como se constituyen, preferentemente, en organizaciones no gubernamentales que
luchan por determinado ideal.
Así es como encontramos
organizaciones que luchan contra la violencia interfamiliar, o apoyan la
defensa del medio ambiente, o a favor de personas con enfermedades determinadas
o ciertas discapacidades, o que luchan por preservar los valores morales.
También existen organizaciones humanistas que pugnan por la fraternidad y la
paz mundial; en fin, la sociedad civil la podemos encontrar representada por
estas u otras organizaciones que luchan abiertamente a favor de la humanidad, pero independientes totalmente de
partidos u organizaciones políticas, que solo se constituyen para obtener
prebendas o cotos de poder.
Es indudable que la inmensa
mayoría de la sociedad civil no se
encuentra dentro de ninguna
organización, simple y llanamente se mantiene como una poderosa corriente de
opinión que en situaciones políticamente estratégicas hacen trastabillar a los
partidos más poderosos o fortalecen a los partidos más débiles, o actúan en correspondencia con el partido o
partidos que sienten más afín a sus intereses del momento.
La sociedad civil sin
embargo se sigue organizando a su manera y continúa haciendo sentir, siempre,
todo el peso de su poder en los momentos
decisivos. En Estados Unidos el voto hispano fue fundamental en la
victoria de Obama.
Actualmente los partidos
políticos más débiles, y aun los más poderosos, tratan de obtener las simpatías
de esta enorme masa que influye, a favor o en contra de determinada situación.
En el siglo pasado Richard
M. Nixon convocaba en su país a lo que el definía como la mayoría silenciosa, o
sea esa gran parte de la sociedad civil que sin pertenecer a un partido
político determinado, muchas veces permanece indiferente a los llamados de uno
u otro instituto político, pero que cualquiera de ellos quisiera contar con su
apoyo electoral.
En México organismos
políticos abren sus elecciones internas
para llevar más miembros de la sociedad civil a sus filas.
Vicente Fox, en su campaña para llegar a la
presidencia convocó en más de una ocasión al voto útil, este fundamentalmente
de la sociedad civil, para lograr su propósito de derrotar al PRI en el 2000,
objetivo que consiguió con creces.
En este año se realizarán en el
estado elecciones para definir
gobernador, y desde este momento todos los partidos
políticos se posicionan para obtener el
mayor capital electoral que representa la sociedad civil. Esta gran fuerza
electoral no comprometida, a su vez observa y se prepara también para inclinar
la balanza a favor o en contra de x proyecto electoral, por eso es importante
que quien quiera obtener esos recursos
electorales debe de actuar en consonancia y tratar de atraer a su favor tanto a
la masa informe como a las organizaciones no gubernamentales que de alguna
manera representan a esa aparente masa
informe.
También se tendrá que tomar
en cuenta que esa aparente masa informe ya empezó a tomar cause, por lo
sucedido en las recientes elecciones intermedias, como una fuerza emergente que
ha logrado abrir cause a sus aspiraciones sociales. Después de lo que
sucedió recientemente ya nada será
igual.
En las páginas del Vocero de
la Provincia, donde he estado publicando desde los inicios de los setenta,
escribí, en los primeros años de este milenio, sobre la necesidad de las
candidaturas ciudadanas, pues ya empezaba a vislumbrarse a favor una corriente
importante en toda la nación.
Las candidaturas ciudadanas, al principio incomprendidas por
muchos analistas, llegaron para quedarse y fortalecerse aun cuando a los
dirigentes de los partidos políticos no les agrade. Con ellas se rompe el
enfermizo círculo vicioso del toma y
daca ya establecido. El riesgo es el oportunismo político pero los
ciudadanos ya no son infantes y sabrán reconocerlo.
Actualmente de un universo
de 224 países, 89 las prevén en su legislación, tanto para elecciones
presidenciales como legislativas, 69 para elecciones de la cámara baja, 18 para
la cámara alta, 27 únicamente para las elecciones presidenciales y sólo 21
países no las permiten.
En América Latina, sólo
Brasil, Costa Rica y El Salvador no las aplican ni regulan.
En Colombia, Honduras, Perú,
República Dominicana y Venezuela, además de las candidaturas independientes
individuales, contemplan la postulación de candidatos provenientes de
agrupaciones o movimientos independientes a los partidos.
En 2016 vimos candidatos
independientes y en el 2018 los vemos surgir como hongos en
toda la república mexicana, apuntándose para
todas las posiciones electorales,
incluyendo, claro está, la silla presidencial.