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martes, 27 de febrero de 2018

EL PODER DE LA SOCIEDAD CIVIL. Joel Hurtado Ramón

EL PODER DE LA SOCIEDAD CIVIL.
Joel Hurtado Ramón
En los actuales procesos electorales la sociedad civil constituye la gran masa que con su voto decide las contiendas democráticas, por este motivo es  definitivo su voto a favor o en contra de un partido o  también absteniéndose o anulando.
La sociedad civil generalmente no participa dentro de una corriente política determinada, no pertenece a un partido político en particular pero es la que inclina la balanza en un momento decisivo, electoralmente hablando.
Si bien es cierto que particularmente la sociedad civil no se encuentra dentro de ningún partido político, no es menos cierto que, en alguna ocasiones, busca organizarse por segmentos de acuerdo a valores sociales que le parecen más enriquecedores que los que representan los partidos políticos, y es  como se constituyen, preferentemente,  en organizaciones no gubernamentales que luchan por   determinado ideal.
Así es como encontramos organizaciones que luchan contra la violencia interfamiliar, o apoyan la defensa del medio ambiente, o a favor de personas con enfermedades determinadas o ciertas discapacidades, o que luchan por preservar los valores morales. También existen organizaciones humanistas que pugnan por la fraternidad y la paz mundial; en fin, la sociedad civil la podemos encontrar representada por estas u otras organizaciones que luchan abiertamente a favor de la  humanidad, pero independientes totalmente de partidos u organizaciones políticas, que solo se constituyen para obtener prebendas o cotos de poder.
Es indudable que la inmensa mayoría  de la sociedad civil no se encuentra  dentro de ninguna organización, simple y llanamente se mantiene como una poderosa corriente de opinión que en situaciones políticamente estratégicas hacen trastabillar a los partidos más poderosos o fortalecen a los partidos más débiles, o   actúan en correspondencia con el partido o partidos que sienten más afín a sus intereses del momento.
La sociedad civil sin embargo se sigue organizando a su manera y continúa haciendo sentir, siempre, todo el peso de su poder en los momentos  decisivos. En Estados Unidos el voto hispano fue fundamental en la victoria de Obama.
Actualmente los partidos políticos más débiles, y aun los más poderosos, tratan de obtener las simpatías de esta enorme masa que   influye,  a favor o en contra de determinada situación.
En el siglo pasado Richard M. Nixon convocaba en su país a lo que el definía como la mayoría silenciosa, o sea esa gran parte de la sociedad civil que sin pertenecer a un partido político determinado, muchas veces permanece indiferente a los llamados de uno u otro instituto político, pero que cualquiera de ellos quisiera contar con su apoyo electoral.  
En México organismos políticos   abren sus elecciones  internas     para llevar más miembros de la sociedad civil a sus filas.
 Vicente Fox, en su campaña para llegar a la presidencia convocó en más de una ocasión al voto útil, este fundamentalmente de la sociedad civil, para lograr su propósito de derrotar al PRI en el 2000, objetivo que consiguió con creces.
En este año se realizarán  en  el estado  elecciones para definir gobernador,   y desde este momento todos los partidos políticos se   posicionan para obtener el mayor capital electoral que representa la sociedad civil. Esta gran fuerza electoral no comprometida, a su vez observa y se prepara también para inclinar la balanza a favor o en contra de x proyecto electoral, por eso es importante que   quien quiera obtener esos recursos electorales debe de actuar en consonancia y tratar de atraer a su favor tanto a la masa informe como a las organizaciones no gubernamentales que de alguna manera  representan a esa aparente masa informe.
También se tendrá que tomar en cuenta que esa aparente masa informe ya empezó a tomar cause, por lo sucedido en las recientes elecciones intermedias, como una fuerza emergente que ha logrado abrir cause a sus aspiraciones sociales. Después de lo que sucedió  recientemente ya nada será igual.
En las páginas del Vocero de la Provincia, donde he estado publicando desde los inicios de los setenta, escribí, en los primeros años de este milenio, sobre la necesidad de las candidaturas ciudadanas, pues ya empezaba a vislumbrarse a favor una corriente importante en toda la nación.
Las candidaturas  ciudadanas, al principio incomprendidas por muchos analistas, llegaron para quedarse y fortalecerse aun cuando a los dirigentes de los partidos políticos no les agrade. Con ellas se rompe el enfermizo  círculo vicioso del toma y daca ya establecido. El   riesgo es el oportunismo político pero los ciudadanos  ya no son infantes  y sabrán   reconocerlo.
Actualmente de un universo de 224 países, 89 las prevén en su legislación, tanto para elecciones presidenciales como legislativas, 69 para elecciones de la cámara baja, 18 para la cámara alta, 27 únicamente para las elecciones presidenciales y sólo 21 países no las permiten.
En América Latina, sólo Brasil, Costa Rica y El Salvador no las aplican ni regulan.
En Colombia, Honduras, Perú, República Dominicana y Venezuela, además de las candidaturas independientes individuales, contemplan la postulación de candidatos provenientes de agrupaciones o movimientos independientes a los partidos.
En 2016 vimos candidatos independientes   y en el 2018 los vemos surgir como hongos en toda la república mexicana, apuntándose para   todas las posiciones electorales,  incluyendo, claro está, la silla presidencial.


  

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