COMUNICACIÓN
Y DEMAGOGIA
Joel Hurtado Ramón
Si antes los demagogos contaban sólo con un
atril y unos cuantos oyentes reunidos en un estrecho salón, con el advenimiento
de los medios de comunicación masivos hicieron realidad el sueño de todo demagogo:
atraer las masas igual que el Flautista de Hamelin.
El demagogo aprovecha cualquier brecha que la
República o mal manejada democracia le permita, para lanzar su discurso con
ataques al sistema y alentar aún más las frustraciones y resentimientos, de las
masas hacia los dirigentes.
Es aquí donde los medios de comunicación
entran en escena como los tontos útiles. En su afán por atraer mayores lectores
a sus diarios y audiencia a sus noticieros, resaltan lo más escandaloso que
estos demagogos inventan para atraer la atención. Es por ellos que aún hoy es
recordado Adolfo Hitler y su famoso discurso en Nuremberg lleno de odio contra
los judíos transmitido al mundo a través de la radio; a Nikita Krushev
golpeando con su zapato el escritorio en la Asamblea General de las Naciones
Unidas; las exaltaciones nacionalistas y xenofóbicas de Slobodan Milošević que
terminaron en las horribles matanzas en Kosovo.
Entonces los medios de comunicación se
convierten en cómplices involuntarios de la implantación de una política que
único fin es la conquista y el mantenimiento de un poder personal o de grupo,
mediante la acción demagógica en sus múltiples formas apelando a emociones
irracionales mediante estrategias como la promoción de discriminaciones,
fanatismos y sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de los miedos e
inquietudes irracionales; la creación de deseos injustificados o inalcanzables;
etc. para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la
oratoria, la retórica y el control de la población. La apropiación de los
medios de comunicación y de los medios de educación por parte de dichos
sectores de poder son puntos clave para quien busca esta estructura de
gobierno, a fin de utilizar la desinformación. Es aquí cuando nace otro fenómeno
político que ayuda al demagogo a perpetuar su poder: la Oclocracia.
La oclocracia es la autoridad de un populacho
corrompido y tumultuoso, como el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un
pueblo. Esta corrupción del populacho se logra por medio del clientismo
político, el cual a través de sobornos, la administración del hambre o
designación en puestos de poder, logra el apoyo incondicional de un grupo que
sirve luego para reprimir y hostigar al resto de la población
La pregunta obligada en este momento es ¿cómo
podemos identificar a un demagogo cuando habla ante las multitudes? Pues los
síntomas son más fáciles de identificar que un catarro común. Lo que lo hace a
veces difícil es que caemos en la trampa de las emociones que nos nubla la
razón, o los periodistas reportan aquello que saben atraerá la atención y
tocará la fibra emocional de su público. Sin saberlo estos profesionales de la
comunicación pasan del ejercicio del periodismo a la propaganda. Lo irónico es
que una vez entronizado el demagogo en el poder, aquellos informadores que
reportaron imparcialmente en un principio luego son considerados por el
caudillo como sus principales enemigos.
Al demagogo se le reconoce por particularidades
muy propias
Demonización: Esta aproximación consiste en
asociar una idea o grupo de personas con valores negativos, hasta que esa idea
o grupo de personas sean vistos negativamente. Los demagogos y sus estrategas
en propaganda negativa les gusta comparar a sus enemigos con animales
detestables como hizo Hitler al comparar a los judíos con ratas y en México con
cerdos, cochinos, marranos. Igualmente la asociación por descarte con
personajes u organizaciones, sin existir en verdad un vínculo propiamente
establecido, es una táctica muy utilizada por los demagogos
Falso dilema: También conocida como falsa
dicotomía, hace referencia a una situación donde dos puntos de vista
alternativos son presentados como las únicas opciones posibles. Como ejemplo
tenemos el típico: “estás conmigo o contra mí”; “eres patriota o traidor”.
Supone una definición simplista de la realidad y de esa forma se consigue
evitar la toma en consideración de las demás posibilidades.
Medias verdades: hacer declaraciones que en
la superficie para ser verdaderas pero al investigar más a fondo y compararlas
con la realidad de la situación emergen como superfluas
Victimización: proyectar responsabilidad en
otros de los propios errores o desajustes económicos y sociales, ya bien sea la
oposición o un país foráneo con intereses o vínculos económicos con el país.
Esto le permite al demagogo exagerar la influencia del grupo opositor.
Clientismo: La práctica de nombrar adeptos,
aliados y hasta aquéllos que simplemente por intereses particulares se adhieren
a un movimiento político para ayudarle a alcanzar o retener el poder, es algo
muy común en los gobiernos dirigidos por un demagogo. Un elemento clave de este
control social es la economía y las posibilidades que tiene el pueblo de
acceder a bienes materiales. Cuanto más restringido sea el poder adquisitivo de
los habitantes, mayor el poder del líder para agregar adeptos a su régimen.
Dramatismo: Los demagogos sienten una gran
inclinación por la pomposidad y los cuentos dramáticos ya que saben que son un
flechazo directo al corazón de las masas. Es por ello que vemos como en la
China de Mao, en la Rusia de Stalin o en la Alemania de Hitler se orquestaron
grandes y coloridas concentraciones donde se orbitaba alrededor de la figura
grandilocuente del caudillo. Igualmente a cada rato se inventan historias de
amenazas a su vida, las cuales tienen un doble propósito, incentivar el odio de
sus seguidores hacia la oposición y apretar las válvulas de la represión y
persecución de sus opositores. No sólo los regímenes totalitarios utilizan este
método, sino también gobiernos democráticos, tal fue el caso de la
administración republicana tras los atentados del 11 de septiembre, los cuales
sirvieron de excusa para violentar los derechos civiles tanto dentro de Estados
Unidos como en el exterior. También dentro de esta grandilocuencia, estos
líderes demagogos les gustan los grandes títulos que simbolizan fortaleza o
protección paternal como Papá Doc, Fuehrer, Caudillo, Comandante.
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