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sábado, 12 de agosto de 2017

El Maestre habla CIENCIA Y RELIGIÓN conforma hoy con afirmaciones sin pruebas. El espíritu crítico se ha desarrollado de tal manera que una religión cuyas enseñanzas comprendan únicamente afirmaciones no respaldadas por argumentos racionales parece anticuada, caduca y hasta se le reprocha a veces como un obstáculo para el progreso social. Ciencia y Religión han llegado a separarse y la primera desprecia a la segunda, no obstante los esfuerzos de ésta para quedarse en la norma científica, aunque la Fe no puede en ningún caso mezclarse con el razonamiento, con el análisis y por consiguiente con la Ciencia. La fuerza de la religión reside en su inmutabilidad; sin embargo, la Iglesia ya no puede condenar los descubrimientos científicos tales como: la forma de la tierra, su movimiento alrededor del sol, la naturaleza de las estrellas, la antigüedad del mundo, etc. Debe sufrir por consiguiente variaciones en su enseñanza, necesidad que se impone en ella como las transformaciones en las especies vivas. Esta ley de sufrir una metamorfosis es el principio mismo de la vida; ¿y no es acaso la religión la vida misma manifestada en su forma más alta, la del espíritu? La religión ha tenido ya en el pasado, varios de estos cambios bruscos, pero los hombres al cumplir los nuevos ritos o al acoger la nueva forma religiosa, no se han dado cuenta de que era la misma que se transformaba, que tornaba revestida de un traje mejor adaptado a sus nuevas necesidades intelectuales y espirituales. En realidad, las formas sucesivas de la Gran Religión Tradicional nacida en Occidente hace algunos milenios, están todas unidas al mismo esoterismo que se encuentra inmutable a través de ellas, esoterismo que constituye el cuadro indeformable: la trama en que están construidas. El que ha penetrado en las partes subterráneas de la Iglesia advierte que es sobre las mismas bases que se elevan sucesivamente los Templos en donde han venido a orar los hombres. Esto se dice tanto en el sentido figurado como en el sentido propio; en efecto el símbolo de esta frase cae bajo el dominio del Iniciado que comprende que todas las Religiones descansan sobre las mismas bases, sobre algunos principios, siempre los mismos, y que no se diferencian más que por manifestaciones exteriores según las concepciones relativas a las épocas y a los lugares. En el sentido propio, esto no tiene menos valor cuando se piensa en la Iglesia de San Clemente de Roma, edificada sobre una cripta antigua bajo la cual se encuentra un santuario mitríaco, o aún en la catedral de Chartres, cuya cripta contiene un pozo sagrado del tiempo de los Druidas; otra curiosidad es la catedral de Nuestra Señora de París, construida sobre una capilla de los Templarios. Y los ejemplos así, son numerosos. En realidad, las fundaciones espirituales son invisibles y solamente algunos privilegiados están en posesión de las Claves de estos Grandes Misterios que rigen el mundo desde hace milenios. Vamos a tratar de levantar el Velo sagrado, puesto que ha llegado el momento de preparar las Vías hacia la Nueva Era. El exoterismo, esta parte de la enseñanza ofrecida al mundo, evidentemente no es más que una imagen, porque es necesario el sentido figurado para hacer comprender a los profanos los grandes Problemas. En la religión, las parábolas dan una parte de la luz preciosa de las Verdades y naturalmente la educación religiosa, compuesta de palabras sencillas, de explicaciones claras, concibe muy bien, por ejemplo, que es imposible explicar los misterios del casamiento a un niño de diez años. En suma, el exoterismo es lo que se aprende corrientemente desde el catecismo de la parroquia hasta las aulas de la Universidad. El esoterismo, al contrario, es reservado a algunos privilegiados: Instructores, Maestros e Iniciados, estando sin embargo, autorizado a todo el mundo. "Buscad y encontraréis", se ha dicho. Esos conocimientos están reservados a algunos seres predispuestos, dicen algunos. Ello es falso. Hay que esforzarse para comprender el sentido oculto de las grandes enseñanzas. No todas las grandes verdades pueden ser divulgadas completamente, según reza el viejo adagio: "No deis margaritas a los puercos". En efecto, el buen juicio de los hombres hace falta. Evidentemente se encuentra la fe que no exige explicaciones, pero en este caso se trata de elegidos. Al lado de ellos hay quienes buscan, quienes dudan, y que no piden sino luz, y mientras no volvamos a la Escuela Iniciática de antaño en que la Ciencia y la Religión iban de la mano, el mundo se quedará sumido en la oscuridad de la ignorancia. Sin embargo, henos aquí en una época calificada de Era Atómica y que deja entrever todas las posibilidades ignoradas hace apenas cien años, pero que podían muy bien ser perfectamente conocidas algunos siglos antes de Cristo. Al hablar de Dios es al cielo que vemos, pues desde las primeras edades el hombre ha elevado sus miradas hacia la bóveda celeste, y es que las miríadas de estrellas han debido intrigarlo (sabemos ahora que existe como un centenar de millones, de las cuales 6.000 más o menos son visibles a simple vista). Cuando uno se eleva hacia estos problemas, ¿cómo no extasiarse al encontrar tantos paralelos que nos hacen comprender la homogeneidad del Gran Todo? Macrocosmo y Microcosmo están estrechamente ligados y el Dr. Lavezzeri ya reveló las curiosas relaciones que existen entre la vida astronómica y la vida humana. Las 72 pulsaciones del hombre de buena salud corresponden a los 72 años que emplea el sol para desplazarse un grado a través del cielo. El corazón late 4 veces cuando respiramos una vez, es decir, que el número de respiraciones es de 18 por minuto, lo que corresponde a las 4 estaciones y a los 18 años de la nutación del eje terrestre bajo la influencia lunar. En cuanto a las 25.920 respiraciones en 24 horas, nos hacen pensar en la precesión de los equinoccios, por el número de años del famoso gran Ciclo, al fin del cual las constelaciones cierran su vuelta Zodiacal; de allí derivan también las grandes Eras precesionales: (25.920 / 12 =2.160 años por signo) así de 4.320 a 2.160 antes de la era cristiana, el Ciclo de TAURUS simbolizó a Egipto, la Caldea, etc. Después vino la era de ARIES que transformó la religión: Moisés prohibió a los hebreos adorar el Becerro de Oro (el Buey Apis). La Era Cristiana corresponde al sol penetrando desde el año I de la era en el nuevo signo de PISCIS (¿No tenía Jesús este emblema?). Naturalmente este simbolismo no es de una precisión absoluta, pero hay que hacer notar que grandes Ciclos marcan la historia de los pueblos. Evidentemente la historia de la humanidad no está cortada en fragmentos iguales pues todo el mundo sabe que el Invierno entra un poco en la Primavera; que el Verano se extiende a menudo sobre el Otoño; por consiguiente el hecho de pasar a otro signo no implica una renovación brusca; no obstante, todas las Grandes Civilizaciones están caracterizadas por este movimiento precesional, lo que hace decir a muchos que nos acercamos a la Edad de Oro. La Era del AQUARIUS debe efectivamente simbolizar un ciclo nuevo de 2.000 años más o menos y marcar una renovación. Algunos se basan para enunciarla como consecuencia del descubrimiento de la desintegración del átomo, calificando nuestra época de Edad Atómica, lo que puede ser simbolizado por el planeta URANO que caracteriza los acontecimientos bruscos y gobierna justamente el signo del AGUADOR (Acuario). La Venida del Gran Instructor del Mundo Otros apoya sus pronósticos en las Escrituras.

El Maestre habla
CIENCIA Y RELIGIÓN  
Tanto en la religión como en todas las líneas del humano vivir, el pensamiento del hombre evolucionando a través de los siglos ya no se conforma hoy con afirmaciones sin pruebas. El espíritu crítico se ha desarrollado de tal manera que una religión cuyas enseñanzas comprendan únicamente afirmaciones no respaldadas por argumentos racionales parece anticuada, caduca y hasta se le reprocha a veces como un obstáculo para el progreso social. Ciencia y Religión han llegado a separarse y la primera desprecia a la segunda, no obstante los esfuerzos de ésta para quedarse en la norma científica, aunque la Fe no puede en ningún caso mezclarse con el razonamiento, con el análisis y por consiguiente con la Ciencia. La fuerza de la religión reside en su inmutabilidad; sin embargo, la Iglesia ya no puede condenar los descubrimientos científicos tales como: la forma de la tierra, su movimiento alrededor del sol, la naturaleza de las estrellas, la antigüedad del mundo, etc. Debe sufrir por consiguiente variaciones en su enseñanza, necesidad que se impone en ella como las transformaciones en las especies vivas. Esta ley de sufrir una metamorfosis es el principio mismo de la vida; ¿y no es acaso la religión la vida misma manifestada en su forma más alta, la del espíritu? La religión ha tenido ya en el pasado, varios de estos cambios bruscos, pero los hombres al cumplir los nuevos ritos o al acoger la nueva forma religiosa, no se han dado cuenta de que era la misma que se transformaba, que tornaba revestida de un traje mejor adaptado a sus nuevas necesidades intelectuales y espirituales. En realidad, las formas sucesivas de la Gran  Religión Tradicional nacida en Occidente hace algunos milenios, están todas unidas al mismo esoterismo que se encuentra inmutable a través de ellas, esoterismo que constituye el cuadro indeformable: la trama en que están construidas. El que ha penetrado en las partes subterráneas de la Iglesia advierte que es sobre las mismas bases que se elevan sucesivamente los Templos en donde han venido a orar los hombres. Esto se dice tanto en el sentido figurado como en el sentido propio; en efecto el símbolo de esta frase cae bajo el dominio del Iniciado que comprende que todas las Religiones descansan sobre las mismas bases, sobre algunos principios, siempre los mismos, y que no se diferencian más que por manifestaciones exteriores según las concepciones relativas a las épocas y a los lugares. En el sentido propio, esto no tiene menos valor cuando se piensa en la Iglesia de San Clemente de Roma, edificada sobre una cripta antigua bajo la cual se encuentra un santuario mitríaco, o aún en la catedral de Chartres, cuya cripta contiene un pozo sagrado del tiempo de los Druidas; otra curiosidad es la catedral de Nuestra Señora de París, construida sobre una capilla de los Templarios. Y los ejemplos así, son numerosos. En realidad, las fundaciones espirituales son invisibles y solamente algunos privilegiados están en posesión de las Claves de estos Grandes Misterios que rigen el mundo desde hace milenios.   Vamos a tratar de levantar el Velo sagrado, puesto que ha llegado el momento de preparar las Vías hacia la Nueva Era. El exoterismo, esta parte de la enseñanza ofrecida al mundo, evidentemente no es más que una imagen, porque es necesario el sentido figurado para hacer comprender a los profanos los grandes Problemas. En la religión, las parábolas dan una parte de la luz preciosa de las Verdades y naturalmente la educación religiosa, compuesta de palabras sencillas, de explicaciones claras, concibe muy bien, por ejemplo, que es imposible explicar los misterios del casamiento a un niño de diez años. En suma, el exoterismo es lo que se aprende corrientemente desde el catecismo de la parroquia hasta las aulas de la Universidad.  El esoterismo, al contrario, es reservado a algunos privilegiados: Instructores, Maestros e Iniciados, estando sin embargo, autorizado a todo el mundo. "Buscad y encontraréis", se ha dicho. Esos conocimientos están reservados a algunos seres predispuestos, dicen algunos. Ello es falso. Hay que esforzarse para comprender el sentido oculto de las grandes enseñanzas. No todas las grandes verdades pueden ser divulgadas completamente, según reza el viejo adagio: "No deis margaritas a los puercos". En efecto, el buen juicio de los hombres hace falta. Evidentemente se encuentra la fe que no exige explicaciones, pero en este caso se trata de elegidos. Al lado de ellos hay quienes buscan, quienes dudan, y que no piden sino luz, y mientras no volvamos a la Escuela Iniciática de antaño en que la Ciencia y la Religión iban de la mano, el mundo se quedará sumido en la oscuridad de la ignorancia. Sin embargo, henos aquí en una época calificada de Era Atómica y que deja entrever todas las posibilidades ignoradas hace apenas cien años, pero que podían muy bien ser perfectamente conocidas algunos siglos antes de Cristo. Al hablar de Dios es al cielo que vemos, pues desde las primeras edades el   hombre ha elevado sus miradas hacia la bóveda celeste, y es que las miríadas de estrellas han debido intrigarlo (sabemos ahora que existe como un centenar de millones, de las cuales 6.000 más o menos son visibles a simple vista). Cuando uno se eleva hacia estos problemas, ¿cómo no extasiarse al encontrar tantos paralelos que nos hacen comprender la homogeneidad del Gran Todo? Macrocosmo y Microcosmo están estrechamente ligados y el Dr. Lavezzeri ya reveló las curiosas relaciones que existen entre la vida astronómica y la vida humana. Las 72 pulsaciones del hombre de buena salud corresponden a los 72 años que emplea el sol para desplazarse un grado a través del cielo. El corazón late 4 veces cuando respiramos una vez, es decir, que el número de respiraciones es de 18 por minuto, lo que corresponde a las 4 estaciones y a los 18 años de la nutación del eje terrestre bajo la influencia lunar. En cuanto a las 25.920 respiraciones en 24 horas, nos hacen pensar en la precesión de los equinoccios, por el número de años del famoso gran Ciclo, al fin del cual las constelaciones cierran su vuelta Zodiacal; de allí derivan también las grandes Eras precesionales: (25.920 / 12 =2.160 años por signo) así de 4.320 a 2.160 antes de la era cristiana, el Ciclo de TAURUS simbolizó a Egipto, la Caldea, etc. Después vino la era de ARIES que transformó la religión: Moisés prohibió a los hebreos adorar el Becerro de Oro (el Buey Apis). La Era Cristiana corresponde al sol penetrando desde el año I de la era en el nuevo signo de PISCIS (¿No tenía Jesús este emblema?). Naturalmente este simbolismo no es de una precisión absoluta, pero hay que hacer notar que grandes Ciclos marcan la historia de los pueblos. Evidentemente la historia de la humanidad no está cortada en fragmentos iguales pues todo el mundo sabe que el Invierno entra un poco en la Primavera; que el Verano se extiende a menudo sobre el Otoño; por consiguiente el hecho de pasar a otro signo no implica una renovación brusca; no obstante, todas las Grandes Civilizaciones están caracterizadas por este movimiento precesional, lo que hace decir a muchos que nos acercamos a la Edad de Oro. La Era del AQUARIUS debe efectivamente simbolizar un ciclo nuevo de 2.000 años más o menos y marcar una renovación. Algunos se basan para enunciarla como consecuencia del descubrimiento de la desintegración del átomo, calificando nuestra época de Edad Atómica, lo que puede ser simbolizado por el planeta URANO que caracteriza los acontecimientos bruscos y gobierna justamente el signo del AGUADOR (Acuario).  La Venida del Gran Instructor del Mundo Otros apoya sus pronósticos en las Escrituras.
Tanto en la religión como en todas las líneas del humano vivir, el pensamiento del hombre evolucionando a través de los siglos ya no se conforma hoy con afirmaciones sin pruebas. El espíritu crítico se ha desarrollado de tal manera que una religión cuyas enseñanzas comprendan únicamente afirmaciones no respaldadas por argumentos racionales parece anticuada, caduca y hasta se le reprocha a veces como un obstáculo para el progreso social. Ciencia y Religión han llegado a separarse y la primera desprecia a la segunda, no obstante los esfuerzos de ésta para quedarse en la norma científica, aunque la Fe no puede en ningún caso mezclarse con el razonamiento, con el análisis y por consiguiente con la Ciencia. La fuerza de la religión reside en su inmutabilidad; sin embargo, la Iglesia ya no puede condenar los descubrimientos científicos tales como: la forma de la tierra, su movimiento alrededor del sol, la naturaleza de las estrellas, la antigüedad del mundo, etc. Debe sufrir por consiguiente variaciones en su enseñanza, necesidad que se impone en ella como las transformaciones en las especies vivas. Esta ley de sufrir una metamorfosis es el principio mismo de la vida; ¿y no es acaso la religión la vida misma manifestada en su forma más alta, la del espíritu? La religión ha tenido ya en el pasado, varios de estos cambios bruscos, pero los hombres al cumplir los nuevos ritos o al acoger la nueva forma religiosa, no se han dado cuenta de que era la misma que se transformaba, que tornaba revestida de un traje mejor adaptado a sus nuevas necesidades intelectuales y espirituales. En realidad, las formas sucesivas de la Gran  Religión Tradicional nacida en Occidente hace algunos milenios, están todas unidas al mismo esoterismo que se encuentra inmutable a través de ellas, esoterismo que constituye el cuadro indeformable: la trama en que están construidas. El que ha penetrado en las partes subterráneas de la Iglesia advierte que es sobre las mismas bases que se elevan sucesivamente los Templos en donde han venido a orar los hombres. Esto se dice tanto en el sentido figurado como en el sentido propio; en efecto el símbolo de esta frase cae bajo el dominio del Iniciado que comprende que todas las Religiones descansan sobre las mismas bases, sobre algunos principios, siempre los mismos, y que no se diferencian más que por manifestaciones exteriores según las concepciones relativas a las épocas y a los lugares. En el sentido propio, esto no tiene menos valor cuando se piensa en la Iglesia de San Clemente de Roma, edificada sobre una cripta antigua bajo la cual se encuentra un santuario mitríaco, o aún en la catedral de Chartres, cuya cripta contiene un pozo sagrado del tiempo de los Druidas; otra curiosidad es la catedral de Nuestra Señora de París, construida sobre una capilla de los Templarios. Y los ejemplos así, son numerosos. En realidad, las fundaciones espirituales son invisibles y solamente algunos privilegiados están en posesión de las Claves de estos Grandes Misterios que rigen el mundo desde hace milenios.   Vamos a tratar de levantar el Velo sagrado, puesto que ha llegado el momento de preparar las Vías hacia la Nueva Era. El exoterismo, esta parte de la enseñanza ofrecida al mundo, evidentemente no es más que una imagen, porque es necesario el sentido figurado para hacer comprender a los profanos los grandes Problemas. En la religión, las parábolas dan una parte de la luz preciosa de las Verdades y naturalmente la educación religiosa, compuesta de palabras sencillas, de explicaciones claras, concibe muy bien, por ejemplo, que es imposible explicar los misterios del casamiento a un niño de diez años. En suma, el exoterismo es lo que se aprende corrientemente desde el catecismo de la parroquia hasta las aulas de la Universidad.  El esoterismo, al contrario, es reservado a algunos privilegiados: Instructores, Maestros e Iniciados, estando sin embargo, autorizado a todo el mundo. "Buscad y encontraréis", se ha dicho. Esos conocimientos están reservados a algunos seres predispuestos, dicen algunos. Ello es falso. Hay que esforzarse para comprender el sentido oculto de las grandes enseñanzas. No todas las grandes verdades pueden ser divulgadas completamente, según reza el viejo adagio: "No deis margaritas a los puercos". En efecto, el buen juicio de los hombres hace falta. Evidentemente se encuentra la fe que no exige explicaciones, pero en este caso se trata de elegidos. Al lado de ellos hay quienes buscan, quienes dudan, y que no piden sino luz, y mientras no volvamos a la Escuela Iniciática de antaño en que la Ciencia y la Religión iban de la mano, el mundo se quedará sumido en la oscuridad de la ignorancia. Sin embargo, henos aquí en una época calificada de Era Atómica y que deja entrever todas las posibilidades ignoradas hace apenas cien años, pero que podían muy bien ser perfectamente conocidas algunos siglos antes de Cristo. Al hablar de Dios es al cielo que vemos, pues desde las primeras edades el   hombre ha elevado sus miradas hacia la bóveda celeste, y es que las miríadas de estrellas han debido intrigarlo (sabemos ahora que existe como un centenar de millones, de las cuales 6.000 más o menos son visibles a simple vista). Cuando uno se eleva hacia estos problemas, ¿cómo no extasiarse al encontrar tantos paralelos que nos hacen comprender la homogeneidad del Gran Todo? Macrocosmo y Microcosmo están estrechamente ligados y el Dr. Lavezzeri ya reveló las curiosas relaciones que existen entre la vida astronómica y la vida humana. Las 72 pulsaciones del hombre de buena salud corresponden a los 72 años que emplea el sol para desplazarse un grado a través del cielo. El corazón late 4 veces cuando respiramos una vez, es decir, que el número de respiraciones es de 18 por minuto, lo que corresponde a las 4 estaciones y a los 18 años de la nutación del eje terrestre bajo la influencia lunar. En cuanto a las 25.920 respiraciones en 24 horas, nos hacen pensar en la precesión de los equinoccios, por el número de años del famoso gran Ciclo, al fin del cual las constelaciones cierran su vuelta Zodiacal; de allí derivan también las grandes Eras precesionales: (25.920 / 12 =2.160 años por signo) así de 4.320 a 2.160 antes de la era cristiana, el Ciclo de TAURUS simbolizó a Egipto, la Caldea, etc. Después vino la era de ARIES que transformó la religión: Moisés prohibió a los hebreos adorar el Becerro de Oro (el Buey Apis). La Era Cristiana corresponde al sol penetrando desde el año I de la era en el nuevo signo de PISCIS (¿No tenía Jesús este emblema?). Naturalmente este simbolismo no es de una precisión absoluta, pero hay que hacer notar que grandes Ciclos marcan la historia de los pueblos. Evidentemente la historia de la humanidad no está cortada en fragmentos iguales pues todo el mundo sabe que el Invierno entra un poco en la Primavera; que el Verano se extiende a menudo sobre el Otoño; por consiguiente el hecho de pasar a otro signo no implica una renovación brusca; no obstante, todas las Grandes Civilizaciones están caracterizadas por este movimiento precesional, lo que hace decir a muchos que nos acercamos a la Edad de Oro. La Era del AQUARIUS debe efectivamente simbolizar un ciclo nuevo de 2.000 años más o menos y marcar una renovación. Algunos se basan para enunciarla como consecuencia del descubrimiento de la desintegración del átomo, calificando nuestra época de Edad Atómica, lo que puede ser simbolizado por el planeta URANO que caracteriza los acontecimientos bruscos y gobierna justamente el signo del AGUADOR (Acuario).  La Venida del Gran Instructor del Mundo Otros apoya sus pronósticos en las Escrituras.

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