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lunes, 1 de abril de 2019

El ciudadano y la pregunta por el Estado democrático
Hugo Quiroga
. Igualdad política y sufragio universal
Apelando ahora a la más lejana de las referencias históricas, recordamos que en la Grecia antigua la ciudadanía no era natural ni implícita en el acto de nacimiento. Por el contrario, ella era el resultado de la organización de la polis, que convertía al individuo en un miembro activo de la comunidad con capacidad para influir en el quehacer de los asuntos comunes. La idea de ciudadanía no sólo acerca al individuo a la acción política, sino que también designa una asociación de hombres iguales (Isoi) que participan en la vida del Estado. El ágora, dice J.P. Vernant, forma el centro de un espacio público y común. Lo que vuelve a los hombres iguales es la condición de ciudadanos y no el hecho del nacimiento; la igualdad es un atributo exclusivo del ciudadano por su pertenencia a la comunidad política. Sin espacio público no hay, pues, ciudadanía igualitaria. Por eso, en la visión de Arendt, los individuos son diferentes en la esfera privada, aunque iguales en la esfera pública. Si bien la idea de ciudadanía en Arendt requiere un mínimo de igualdad económica, la autora se encarga de advertir que la concepción de igualdad del mundo griego es difícilmente asimilable a su concepto contemporáneo. Tal concepción aludía a un ciudadano que vivía en medio de sus pares y que únicamente trataba con ellos, lo que suponía la existencia de hombres «desiguales» que, en verdad, constituían la mayoría de los habitantes de la ciudad. En consecuencia, agrega Arendt, la igualdad lejos de estar vinculada a la justicia, como en los tiempos modernos, era la esencia misma de la libertad.
Asimismo, el ideal igualitario del mundo griego, de donde proviene nuestra tradición filosófica, estaba asociado a la noción de isonomia (igualdad ante la ley), así como también a los términos isocracia (igualdad de poder) e isegoria (igualdad de palabra). Tres conceptos vitales, pues, para la integración de la imagen de un mundo que se proponía igualitario. En contraste con esta construcción convencional del orden igualitario, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 consigna en la modernidad un orden igualitario procedente del simple acto del nacimiento: «los hombres nacen y permanecen libres e iguales en sus derechos» (art. 1). La igualdad política, (todos los ciudadanos tienen derecho a participar, personalmente o por sus representantes, en la elaboración de la ley, art. 6) representa la entrada definitiva en el mundo de los individuos, lo que conlleva una ruptura intelectual definitiva con la visión tradicional de los cuerpos políticos.(Rosanvallon) La revolución francesa tendrá a su cargo la tarea de afirmar tanto la igualdad política como el principio de inclusión social, a partir de la historia del sufragio universal. Este proceso de inclusión, mediante el método electoral, anuncia la diferencia histórica entre la democracia griega y la moderna. Justamente, son las reglas de procedimiento, de sucesión pacífica del poder, las que permiten la participación de todos en las decisiones políticas. En definitiva, sin sufragio universal no hay igualdad política en el mundo moderno.
Así como Umberto Cerroni insiste en la centralidad del sufragio universal (en cuanto da principio a la democracia o al Estado de ciudadanos), advirtiendo lo poco que se ha profundizado en la teoría política acerca del enlace entre democracia y ese concepto, Pierre Rosanvallon subraya de forma categórica que el «derecho de sufragio produce a la sociedad misma», en cuanto su historia está presente en el corazón del proceso de invención de la sociedad moderna. Esa historia teje su trama con la historia del advenimiento del individuo y con la de la realización de la igualdad. Esto sentado, la transformación de las condiciones de representación, con el arribo de un electorado de masas merced al sufragio universal, exige la formación de partidos nacionales. El sistema de partidos, sostenía Macpherson a mediados de los años setenta, «ha sido el medio que ha permitido reconciliar el sufragio igual y universal con el mantenimiento de una sociedad desigual».

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