CAMALEÓN
Tragicomedia.
Realmente es todo un drama
lo que se vive en Veracruz, comedia para quienes aspiran a formar el nuevo
gobierno, tragedia para quienes se sienten robados, ultrajados, tristes por la
ausencia de un ser querido porque la inoperancia del gobierno lo propició, y
por añadidura una familia gobernante a quienes la diosa fortuna sonreía, de
pronto se convierte en el vértice de la noticia y del señalamiento público, al
grado que algunos de sus integrantes andan en fuga. La vorágine de los acontecimientos evita conocer
a detalle lo que ahorita ocurre porque la aparición de otros los relega eventualmente.
Según se estima, Veracruz ya tocó fondo, pero eso está por comprobarse pues lo
único seguro es que durante doce años sus pobladores no han podido ver la luz
del otro lado del túnel.
¿Qué hizo posible este
trance por el que atraviesa Veracruz? No es difícil explicarlo si se acude a registros
de inmediatez histórica, electorales y políticos. Es preciso recordar que en
2010 Javier Duarte de Ochoa fue candidato del PRI al gobierno de Veracruz
porque garantizaba a Fidel Herrera, su tutor, padrino y hacedor político, una
salida tersa a pesar de su administración desastrosa y nebulosa en la
aplicación de los recursos públicos. Eso quedó oculto porque Duarte cumplió a
la perfección el designio de su antecesor: cubrir en complicidad las
irregularidades cometidas en el sexenio 2004-2010 y cargar con ellas durante la
administración 2010-2016.
Como la suerte del principal
la sigue lo accesorio, ya una vez en el ejercicio del Poder Duarte y compañía iniciaron
un ejercicio de gobierno con precarios cimientos porque fueron individuos sin
experiencia para gobernar, ayunos de sensibilidad social (fanáticos de la tesis
sustentada por Hank González de que “político pobre es un pobre político”, de
la que el “maestro” ha sido fiel seguidor), muy confiados en repetir lo que hizo
Fidel Herrera en el momento de armar su sucesión. En ese entendido se dedicaron
a tejer una red de complicidades, de sustracción de recursos públicos para
engrosar el patrimonio personal, familiar y de grupo.
La estrategia se configuró
de acuerdo al proyecto político transexenal diseñado por “el maestro”, cambios que
incluyeron la ampliación del periodo municipal a cuatro años para que en 2016 la
elección municipal no coincidiera con la candidatura al gobierno, experiencias
previas demostraban que el candidato priista distraía tiempo en la designación
de candidatos a alcaldes y los no agraciados practicaban trapecismo partidista.
Adicionalmente, se promovió instituir un gobierno de dos años con el supuesto afán
de homologar posteriormente la elección de gobernador con la federal de 2018;
en el fondo subyacía la intención de dejar un gobierno a modo para limpiar las
huellas del latrocinio. Se creyó desalentar a aspirantes para un gobierno de
dos años, solo aprovechable para los del grupo. No olvidaron “cubrirse las
espaldas” en 2012 con aportar recursos a la campaña del candidato priista a la
presidencia de la república, el “amigo” que le permitiría escoger a su sucesor.
Todo en la hipótesis duartiana.
Duarte se sentía sobrado,
“amigo” del presidente, quien “nunca me negó nada”, y le encomendó no fallar en
la sucesión; en la hipótesis duartista el fiel de la balanza sucesoria estaba
personificado por el gobernador, quien no tuvo empacho en exhibir a su delfín,
e incluso tenía sus “repuestos”. No contaban sin embargo que el activismo de
los senadores priistas José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa, les
estropearía el plan, pues Héctor Yunes resultó el candidato.
Otros elementos de no menor
importancia frustraron el proyecto futurista en comento: desastrosa gestión
político-administrativa, arcas públicas saqueadas sin medida, la corrupción
brotó por doquier, el enojo social; la incapacidad o la complicidad en el
combate a la delincuencia, dueña ya de Veracruz, fueron factores determinantes en
el desenlace final.
Otro elemento de singular importancia
trabajaba meticulosamente, vigilaba movimientos, investigaba las fortunas
creadas al amparo del poder y a la vez preparaba el gran salto hacia el
gobierno de Veracruz: Miguel Ángel Yunes Linares, ex priista, precandidato al
gobierno en 2004 por la vía priista; candidato al gobierno por el PAN en 2010
quedando atrás por casi 80 mil votos del candidato priista, Duarte de Ochoa, cuya
campaña orbita en buena parte de la deuda pública veracruzana. En 2016 Yunes
Linares repite como candidato y finca su campaña proselitista contra la
corrupción en el gobierno del estado; no le costó mucho esfuerzo convencer a la
ciudadanía, en un contexto social pleno de enojo hacia la incompetencia y la corrupción
del gobierno duartista. Así se llegó a la alternancia.
Tales circunstancias
determinaron este fin de sexenio; el dato duro de la realidad señala que
gracias a las denuncias de Miguel Ángel Yunes Linares se destapó la cloaca; pero
no resta el gran mérito a Juan Manuel del Portal, titular de la Auditoría
Superior de La Federación, quien desde 2015 alertó sobre el mal manejo del
recurso público en el gobierno veracruzano; tampoco al reportaje de
animalpolítico.com sobre las empresas fantasmas, ni a la investigación iniciada
por el SAT. Qué decir del iterativo mensaje de José Yunes Zorrilla y Héctor
Yunes Landa previniendo el desenlace.
Hoy tenemos un gobernador
interino, otro con licencia que está prófugo y un gobernador para dos años, que
enfrentará las consecuencias de la corrupción y de la ineptitud en un plazo
perentorio, el reto de una elección municipal. Pero la parte que interpreta lo
más pesado de este drama es la población veracruzana, cuyo aporte en cuota es
muy grande: violencia, inseguridad, pobreza. Lo otro, lo configura una familia
que sufre las consecuencias de la codicia desenfrenada, un político en
desgracia, una cacería desatada en su contra, merecida por cierto. Tal es el
Veracruz de hoy.
22-octubre-2016.
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