¿QUE
SIGUE?
Joel
Hurtado Ramón
Lo ocurrido recientemente en
nuestro país ya no es un síntoma sino una enfermedad, una enfermedad social que
aqueja no solo a una nación sino a la humanidad en su conjunto.
Nuestra sociedad está
enferma porque sus quejumbres y dolores se escuchan por donde quiera de
múltiples formas y maneras.
Cuando una sociedad se
enferma solo le quedan dos salidas:
sanar o morir.
¿Cómo se puede sanar una
sociedad enferma? Una sociedad enferma solo puede sanar cuando todos o la
mayoría de sus componentes toman conciencia de la enfermedad y hacen todo lo
posible por recuperar la salud.
Las enfermedades físicas son
un primer síntoma de una sociedad enferma. Cuando a una sociedad le surgen múltiples
enfermedades terminales como la diabetes,
el cáncer y estas se convierten en una epidemia el asunto es realmente grave,
sobre todo cuando esa sociedad carece de los elementos necesarios para su
sanación como es el caso de nuestro país.
Las enfermedades físicas van
de la mano con las enfermedades emocionales y estas tienden a ser cada vez más
funestas entre la población.
Las enfermedades físicas son
más fáciles de percibir porque se manifiestan en nuestro cuerpo pero las
emocionales ya no tanto y mucho menos las mentales.
Sin embargo existen otras
enfermedades sociales fáciles de diagnosticar pero no fáciles de reconocer o
aceptar.
La corrupción es la más severa
de todas.
La corrupción permea todas
las capas sociales, con sus excepcionales casos, pero difícilmente una persona
se percibe como corrupta, al contrario, aun cuando sus acciones sean o hayan
sido evidentes jamás aceptan el calificativos de corruptas, hay algunas
que con gran cinismo aceptan que han robado pero poquito, lo cual no las hace corruptas,
ya que ser corrupto es robar mucho.
En nuestro país siempre
escuchamos a la población quejarse de los políticos porque son corruptos, pero
yo siempre me pregunto ¿de dónde vienen
los políticos? No vienen de marte o de la luna, vienen de esta misma sociedad
enferma.
Todos los partidos políticos
se llaman honestos, sin embargo constantemente se denostan entre ellos acusándose mutuamente de múltiples anomalías.
Pero la sociedad en su
conjunto padece de las misma problemática.
He sabido de personas,
aparentemente honestas, que cuando han tenido oportunidad se roban un
portafolio, una computadora o un celular siempre y cuando lo tengan a mano.
Si en un comercio el cambio
es menor al que deben de recibir
protestan de inmediato pero si el cambio es mayor hacen mutis y tranquilamente se embolsan el
dinero sea hombre o mujer.
Estas reflexiones vienen a
mi después de los sucesos recientemente acontecidos, cuando cientos de personas,
con el supuesto pretexto del aumento a la gasolina se dedicaron a saquear
comercios establecidos, tomar carreteras o apoderarse de gasolineras.
Lo más curioso del caso es que la mayoría de los saqueadores eran
personas sin una propiedad vehicular y muchas de ellas eran mujeres.
Sin embargo acudieron al
llamado anarquizante que les hicieron, fundamentalmente, en las redes sociales.
Quienes hicieron ese llamado
son personas que saben muy bien utilizar este reciente medio de comunicación.
Los mismos partidos se
culparon unos a otros del desaguisado y hubo quienes señalaron al mismo
gobierno de haber causado tal desastre.
Lo cierto es que los
dirigentes de la mayoría de los partidos
políticos aprobaron el presupuesto a ejercer por el gobierno federal para este
año y ahí, tengo entendido, se aprobó, también, el aumento al impuesto de la
gasolina, pero al parecer ahora dicen que no, dándose golpes de pecho a raíz de
lo ocurrido.
Pero volviendo a poner el
dedo en la llaga tenemos que aceptar que vivimos en una civilización enferma.
Que se nota en México y en el mundo, porque no se puede tapar el sol con un
dedo.
Lo grave del asunto es que
todos hablan de la corrupción, no solo económica,
sino de la corrupción de todos los valores éticos y morales, pero
no se hace nada para detenerla aun cuando se aprueben leyes que no tienen
positividad porque nadie las acata.
Veracruz acaba de ser
saqueado por una pandilla de malandros que se llevaron todo lo que pudieron y
no hay una sola persona en la carcel, al contrario algunos gozan de fuero y de
sus multimillonarias fortunas.
El ex gobernador está
prófugo y nadie sabe dónde se encuentra y por lo que parece así seguirá.
Por mi parte pienso que
estos son tiempos apocalípticos donde, de acuerdo a los acontecimientos, no hay
remedio, no hay solución, y lo que sigue solo es la catástrofe y no porque sea
pesimista, sino porque desde los años setenta, del siglo pasado, he venido
observando que las cosas van de mal a peor.
Y conste que no estoy
hablando solo México sino de un mal global que se da en todos los países del
mundo.
Cuando se descubrió todo el
escándalo de los papeles de Panamá el primer ministro de Islandia tuvo que
renunciar porque se supo que se
encontraba involucrado en el bochornoso caso, igualmente surgieron nombres como
el de Putin y otros reconocidos políticos y empresarios que usan dicho sistema
para lavar dinero mal habido, sin embargo, más allá del escándalo mediático,
prácticamente nada pasó.
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