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miércoles, 15 de mayo de 2019

Los veneros que escrituró el diablo. EL PETRÓLEO: HISTORIAS AMARGAS. Octava parte Joel Hurtado Ramón

Los veneros que escrituró el diablo.

EL PETRÓLEO: HISTORIAS AMARGAS.

Octava parte

Joel Hurtado Ramón

ExxonMobil, quizás la única empresa del mundo desarrollado que puede competir con el nuevo grupo, sigue sola en la cúspide, mientras Gazprom, Petrobras y PetroChina también han opacado a las otras en ganancias obtenidas por el precio de sus acciones.
La principal causa de este giro en la correlación de fuerzas ha sido el resurgimiento de una tendencia nacionalista sobre el control de los recursos naturales, que empezó en México en los años 30 del siglo pasado, se extendió a Medio Oriente en los 70, y declinó -en algunos casos inclusive se revirtió- a finales de los 80 y en la década de los 90, con la caída de los precios del crudo. Los consorcios energéticos, incluido el de Mattei, Eni (empresa petrolera italiana), se han visto obligados a aceptar en Rusia y Venezuela contratos que sistemáticamente han devuelto a las compañías estatales el control de los yacimientos.
Venezuela aprobó una ley que le dará a Pdvsa control mayoritario sobre la franja de crudos pesados del Orinoco, la mayor fuente de este tipo de hidrocarburos en el mundo. A finales del año pasado, en Rusia, el Kremlin se apoderó del manejo de un proyecto de Shell para explotar gas natural en la isla Sajalín, con una inversión de 20 mil millones de dólares. Asimismo, anunció que Gazprom desarrollará el enorme yacimiento gasífero de Shtokman, en el Artico, y relegará a las compañías internacionales al papel de meras proveedoras de servicios.
El director ejecutivo de BP, John Browne, viajó a Moscú tratando de impedir que su empresa fuera la siguiente víctima de Gazprom y propuso que BP comercializara en el extranjero el gas licuado natural de la compañía rusa, en un esfuerzo para evitar que Gazprom tomara el control del yacimiento gasífero de Kovikta, uno de los principales activos de BP en Rusia.
El impacto del nacionalismo actual es diferente de aquel que se observaba en los años 70. En 1975, Gulf, una de las Siete Hermanas originales y hoy parte de Chevron y BP, retiró todas sus inversiones de los países en desarrollo y regresó a América del Norte y al Mar del Norte. Hoy las compañías petroleras internacionales no tienen nuevos campos petroleros en los cuales refugiarse. De hecho, desde el año 2000 -cuando el yacimiento Kashagan, en Kazajstán, se convirtió en el mayor hallazgo en 30 años- no han encontrado un solo lugar del cual puedan extraer más de un millón de barriles al día.
Mientras, las compañías petroleras nacionales se han unido para desarrollar conjuntamente sus reservas y han dejado el crecimiento de las industrias petroleras y gasera -y los recursos para el desarrollo económico mundial- en manos de las nuevas Siete Hermanas y de los gobiernos que las controlan. Las consecuencias de este hecho no podrían ser más serias. Fatih Birol, director de análisis económico de la AIE, calcula que se requieren unos 20 billones de dólares para garantizar el abasto adecuado de energéticos en los próximos 25 años; sin embargo, las inversiones actuales están 20 por ciento por debajo de esa suma.
Pemex, en el peor de los mundos
Muchas de las dudas sobre el futuro de los suministros provienen de la falta de voluntad de los gobiernos para permitir a las empresas petroleras nacionales reinvertir sus ingresos extraordinarios. En lugar de ello, destinan el dinero a gasto social o lo despilfarran.
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, gasta dos tercios del presupuesto de Pdvsa en programas sociales populistas. En 2005 canalizó casi 7 mil millones de dólares a ese fin; en cambio, el gobierno anterior gastó sólo 77 millones de dólares en 1997, de acuerdo con un reporte de la Universidad Rice. Mientras, en Rusia, muy poco dinero de las ganancias de Gazprom se usa para modernizar la obsoleta red de ductos (la AIE advierte que 30 por ciento ya debe ser remplazada). En Irán, NIOC sigue siendo importador de gas a pesar de controlar South Pars, el campo gasífero más grande del mundo. Además, no puede incrementar su producción de crudo o reparar sus refinerías debido a la carga financiera que implica subsidiar la gasolina para venderla a sólo 10 centavos de dólar por litro.
Sin embargo, México es el ejemplo e


.mblemático de lo que ocurre cuando un gobierno restringe la inversión extranjera y al mismo tiempo usa su compañía petrolera como si fuera una alcancía inagotable. Debido a su decadencia, Pemex no fue incluida por el Financial Times en la lista de empresas energéticas más influyentes del mundo en desarrollo.

El asunto es que mientras petroleras tercermundistas como la venezolana y brasileña crecen hacia el exterior en Mexico nos hemos estancado, exprimiendo lo poco que nos queda de PEMEX, sobre todo en el sexenio foxista y no sabemos como salir en el hoyo que nos encontramos de vender petróleo barato y comprar gasolina y gas caro a países aun menos desarrollado como es el caso de Bolivia. Para Ripley.

ExxonMobil, quizás la única empresa del mundo desarrollado que puede competir con el nuevo grupo, sigue sola en la cúspide, mientras Gazprom, Petrobras y PetroChina también han opacado a las otras en ganancias obtenidas por el precio de sus acciones.
La principal causa de este giro en la correlación de fuerzas ha sido el resurgimiento de una tendencia nacionalista sobre el control de los recursos naturales, que empezó en México en los años 30 del siglo pasado, se extendió a Medio Oriente en los 70, y declinó -en algunos casos inclusive se revirtió- a finales de los 80 y en la década de los 90, con la caída de los precios del crudo. Los consorcios energéticos, incluido el de Mattei, Eni (empresa petrolera italiana), se han visto obligados a aceptar en Rusia y Venezuela contratos que sistemáticamente han devuelto a las compañías estatales el control de los yacimientos.
Venezuela aprobó una ley que le dará a Pdvsa control mayoritario sobre la franja de crudos pesados del Orinoco, la mayor fuente de este tipo de hidrocarburos en el mundo. A finales del año pasado, en Rusia, el Kremlin se apoderó del manejo de un proyecto de Shell para explotar gas natural en la isla Sajalín, con una inversión de 20 mil millones de dólares. Asimismo, anunció que Gazprom desarrollará el enorme yacimiento gasífero de Shtokman, en el Artico, y relegará a las compañías internacionales al papel de meras proveedoras de servicios.
El director ejecutivo de BP, John Browne, viajó a Moscú tratando de impedir que su empresa fuera la siguiente víctima de Gazprom y propuso que BP comercializara en el extranjero el gas licuado natural de la compañía rusa, en un esfuerzo para evitar que Gazprom tomara el control del yacimiento gasífero de Kovikta, uno de los principales activos de BP en Rusia.
El impacto del nacionalismo actual es diferente de aquel que se observaba en los años 70. En 1975, Gulf, una de las Siete Hermanas originales y hoy parte de Chevron y BP, retiró todas sus inversiones de los países en desarrollo y regresó a América del Norte y al Mar del Norte. Hoy las compañías petroleras internacionales no tienen nuevos campos petroleros en los cuales refugiarse. De hecho, desde el año 2000 -cuando el yacimiento Kashagan, en Kazajstán, se convirtió en el mayor hallazgo en 30 años- no han encontrado un solo lugar del cual puedan extraer más de un millón de barriles al día.
Mientras, las compañías petroleras nacionales se han unido para desarrollar conjuntamente sus reservas y han dejado el crecimiento de las industrias petroleras y gasera -y los recursos para el desarrollo económico mundial- en manos de las nuevas Siete Hermanas y de los gobiernos que las controlan. Las consecuencias de este hecho no podrían ser más serias. Fatih Birol, director de análisis económico de la AIE, calcula que se requieren unos 20 billones de dólares para garantizar el abasto adecuado de energéticos en los próximos 25 años; sin embargo, las inversiones actuales están 20 por ciento por debajo de esa suma.
Pemex, en el peor de los mundos
Muchas de las dudas sobre el futuro de los suministros provienen de la falta de voluntad de los gobiernos para permitir a las empresas petroleras nacionales reinvertir sus ingresos extraordinarios. En lugar de ello, destinan el dinero a gasto social o lo despilfarran.
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, gasta dos tercios del presupuesto de Pdvsa en programas sociales populistas. En 2005 canalizó casi 7 mil millones de dólares a ese fin; en cambio, el gobierno anterior gastó sólo 77 millones de dólares en 1997, de acuerdo con un reporte de la Universidad Rice. Mientras, en Rusia, muy poco dinero de las ganancias de Gazprom se usa para modernizar la obsoleta red de ductos (la AIE advierte que 30 por ciento ya debe ser remplazada). En Irán, NIOC sigue siendo importador de gas a pesar de controlar South Pars, el campo gasífero más grande del mundo. Además, no puede incrementar su producción de crudo o reparar sus refinerías debido a la carga financiera que implica subsidiar la gasolina para venderla a sólo 10 centavos de dólar por litro.
Sin embargo, México es el ejemplo e


.mblemático de lo que ocurre cuando un gobierno restringe la inversión extranjera y al mismo tiempo usa su compañía petrolera como si fuera una alcancía inagotable. Debido a su decadencia, Pemex no fue incluida por el Financial Times en la lista de empresas energéticas más influyentes del mundo en desarrollo.

El asunto es que mientras petroleras tercermundistas como la venezolana y brasileña crecen hacia el exterior en Mexico nos hemos estancado, exprimiendo lo poco que nos queda de PEMEX, sobre todo en el sexenio foxista y no sabemos como salir en el hoyo que nos encontramos de vender petróleo barato y comprar gasolina y gas caro a países aun menos desarrollado como es el caso de Bolivia. Para Ripley.

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