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domingo, 18 de septiembre de 2016

alfredobielmav@hotmail.com 17- septiembre- 2016.

CAMALEÓN
El Peso del Poder y la Sociedad
Más allá de la definición sociológica del Poder, al margen de la concepción política acerca de lo que es y ocasiona el Poder, o bien lo que cada ciudadano advierte, lo que entiende y siente respecto al Poder; asimismo lo que sufre, goza o se sacrifica quien ostenta el Poder, conforma un bagaje significativamente importante para entender lo que acontece en torno a un gobierno, y en la órbita personal, familiar y social de quien lo preside, y obviamente para quienes son víctimas de los rigores del Poder en vías de “apaciguarlos” o al menos disminuir su impronta oposicionista.
Ahora que celebramos las fiestas patrias, conmemorativas de la Independencia Mexicana, vale reconocer el eficaz oportunismo del ayuntamiento de la Ciudad de México, integrado por Juan Francisco de Azcarate y Lezama y Francisco Primo de Verdad y Ramos, entre otros, que en 1808 ante la invasión napoleónica en España propusieron reconocer la autoridad del Virrey y la soberanía de la Nueva España al menos mientras perdurara la invasión francesa; fue un intento frustrado pero consta en los anales patrios como un antecedente de nuestra independencia nacional.
Aquello fue la chispa que avivaron Hidalgo, Allende, la Corregidora, después Morelos y muchos patriotas más. La Constitución de Cádiz de 1812, originada por el trance histórico de Francia vs España, estableció la igualdad de los españoles de allá y de acá; la sujeción del monarca a la ley; la libertad de prensa y la supremacía de la Constitución; pero este nuevo marco normativo fue abolido por Fernando VII una vez reinstalado en el trono español al restablecer la monarquía absoluta. Pero la lucha libertaria encabezada por el general Rafael de Riego triunfó obligando a Fernando VII a acatar la Constitución, que fue jurada por el virrey Juan Ruiz de Apodaca en la Nueva España el 31 de mayo de 1820.
Conviene interiorizarse en el interesante acervo del constitucionalismo mexicano para tomar conciencia de su importancia en los orígenes del México independiente, muestra fehaciente son Los Sentimientos de la Nación proclamados por Morelos, que fueron fundamento en el Congreso de Chilpancingo instalado el 13 de septiembre de 1813 con al Acta solemne de la declaración de independencia de la América Septentrional el 6 de noviembre de aquel año, y dio origen a la Constitución de Apatzingán del 22 de octubre de 1814, fue el “Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana”.
Para esos efectos, se integró un Congreso Constituyente del que destacadamente formaron parte Andrés Quintana Roo, Carlos María de Bustamante, José Manuel de Herrera, José María Sotero Castañeda. En ese documento prevaleció el concepto de la Soberanía Popular, la que radica en el pueblo, destacó el concepto de la representación popular y la primacía de la ley. Para la solución de los problemas de la comunidad se requiere formar necesario un gobierno para lo cual el pueblo delega el ejercicio de su soberanía en “órganos públicos o poderes, que deben estar separados con el propósito de evitar el abuso del poder por un solo hombre, como sucedía bajo la monarquía”.
Son raíces Constitucionales de lo que ahora celebramos y que de alguna manera olvidamos en el camino porque tomamos muy en serio eso de la separación de poderes y creímos a pie juntillas el sueño teórico: “Estos tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial no deben ejercerse ni por una sola persona ni por una sola corporación”, cuando aquí en Veracruz el Ejecutivo ha legislado en mayor medida que el propio Legislativo, a cuyo cargo queda la sublime voluntad de levantar el dedo. 200 años después caminamos en sentido contrario a aquella Constitución que situaba al Congreso como órgano Supremo, al que “el Supremo gobierno y el Supremo Tribunal de Justicia” estaban supeditados.
Vistos en retrospectiva, los acontecimientos reseñados cobran especial importancia y ayudan para reflexionar sobre acontecimientos de actualidad cuya influencia operan cambios trascendentes, solo que los graves problemas de inseguridad, de crisis económica y política nos impiden calibrar su jerarquía. Por ejemplo, pocos han adviertido que el Distrito Federal ya desapareció y se creó la figura de la Ciudad de México, no solo como nueva nomenclatura sino como elemento que marca el aliento transformador del Sistema Político Mexicano.  ¿Alguien recuerda que en el centro del país se integró ya un Congreso Constituyente que estudia un proyecto de Constitución para la Ciudad de México, que incluye: Revocación de mandato, reelección de diputados, eliminación de su fuero y la implementación de un sistema semiparlamentario?
En el primer párrafo reflexionamos sobre el Poder Político, esa energía invisible pero patente en toda sociedad, como ha sido en México desde el momento de la independencia hasta hoy ¿cuánto hemos avanzado en términos de democracia, de ejercicio de poder para beneficio de la gente, de aplicación del dinero público para satisfacer las necesidades sociales? Las respuestas debieran ir en proporción inversa al entusiasmo colectivo que nos provoca celebrar una gesta heroica que costó la sangre de próceres de la patria para darnos un México mejor. Por cierto, y a propósito de todo lo que ocurre ahora en Veracruz, en la Constitución de Apatzingán se consideró la tesis jurídica: “Todo ciudadano se reputa inocente, mientras no se declare culpado”.
17- septiembre- 2016.

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