AÑO NUEVO
Joel Hurtado Ramón
El día de Año Nuevo es la más antigua y universal de
las festividades religiosas. Curiosamente, su historia comienza en una época en
la que aún no existía un calendario anual. El tiempo transcurrido entre la
siembra y la cosecha representaba un “año” o ciclo.
La fiesta de Año Nuevo más antigua que se ha
registrado se celebraba en la ciudad de Babilonia, cuyas ruinas se alzan cerca
de la moderna ciudad de Al-Illah, en Irak. Se situaba a fines de marzo, en el
equinoccio vernal o de primavera, esto es, al comenzar esta estación, y los
actos festivos duraban once días. Los festejos modernos palidecen si se
comparan con ellos. Los iniciaba un sumo sacerdote que, habiéndose levantando
dos horas antes del alba y tras bañarse en las aguas sagradas del Éufrates,
ofrecía un himno al dios local de la agricultura, Marduk, orando para pedir un
nuevo ciclo de cosechas abundantes. Se pasaba la grupa de un carnero decapitado
por los muros del templo, a fin de absorber todo contagio que pudiera infestar
el sagrado edificio y, por extensión, la cosecha del año siguiente. La ceremonia
recibía el nombre de Kuppuru, palabra que apareció entre los hebreos casi al
mismo tiempo, en su día de Reparación, o Yom Kippur.
Tanto desde el punto de vista astronómico como del
agrícola, enero es el peor tiempo para comenzar simbólicamente un ciclo agrario
o Año Nuevo. El sol no se encuentra en un lugar adecuado del cielo, como ocurre
en los equinoccios de primavera y otoño y en los solsticios de invierno y
verano, los cuatro acontecimientos solares que ponen fin a las estaciones. El
traslado de este día sagrado se inició con los romanos.
Según su antiguo calendario, los romanos
consideraban el 25 de marzo, comienzo de la primavera, como el primer día del
año. Sin embargo, los emperadores y los altos funcionarios alteraron repetidamente
la longitud de meses y años para ampliar el tiempo de sus mandatos. Las fechas
del calendario guardaban tan poca sincronización con los hitos astronómicos en
el año 153 a.C., que para fijarla con
seguridad el Senado romano declaró el 1
de enero primer día del año. A continuación se produjeron nuevas alteraciones
de fechas, y para iniciar de nuevo el calendario, el 1 de enero, en el año 46
a.C., Julio César tuvo que prolongar el año hasta 445 días, por lo que se
conoce en la historia como “Año de la Confusión”. El nuevo calendario creado
por César fue llamado, en su honor, calendario juliano.
Después de la conversión de Roma al cristianismo en
el siglo IV, los emperadores siguieron organizando celebraciones de Año Nuevo.
Sin embargo, la naciente Iglesia abolió todas las prácticas paganas (es decir,
no cristianas), y por tanto condenó estas festividades como escandalosas y
prohibió a los cristianos su participación en ellas. A medida que la Iglesia
consiguió conversos y poder, planificó estratégicamente sus propias fiestas
para competir con las paganas, en muchas ocasiones aprovechándose de su
popularidad. Para rivalizar con la fiesta de Año Nuevo, el 1 de enero, la
Iglesia estableció su propia festividad en la misma fecha, la Circuncisión del
Señor, que todavía observan católicos, luteranos, episcopalianos y numerosas
Iglesias ortodoxas de Oriente.
Durante la Edad Media la Iglesia se mantuvo tan
hostil al antiguo Año Nuevo pagano, que en las ciudades y países
predominantemente católicos esta celebración desapareció por completo, Y cuando
periódicamente volvía a resurgir, quedaba relegada al olvido en poco tiempo y
casi en todas partes. En cierta época, durante la Baja Edad Media desde el
siglo XI al XIII, los británicos celebraban el Año Nuevo el 25 de marzo, los
franceses el domingo de Pascua, y los italianos el día de Navidad, que era
entonces el 15 de diciembre; sólo en la Península Ibérica se observaba el 1 de
enero. La aceptación general de esta fecha sólo data de los últimos 400 años.
Desde
tiempos muy antiguos, ésta ha sido la más bulliciosa de las noches. Para los
antiguos agricultores europeos, tos espíritus que destruían las cosechas por
medio de enfermedades eran barridos durante la noche que precedía al Año
Nuevo, con un gran concierto de cuernos y tambores. En China, las fuerzas de la
luz, el Yang, derrotaban anualmente a las fuerzas de la oscuridad, el Yin,
cuando en esta noche mágica la gente se congregaba para hacer sonar platillos
y detonar petardos. En Norteamérica, fueron los holandeses, en su colonia de
Nueva Ámsterdam, en el siglo XVII, quienes originaron las modernas celebraciones
de la Nochevieja, aunque es posible que los indios nativos de esas tierras les
hubieran dado un ruidoso ejemplo en este sentido, y con ello hubieran allanado
el camino. Mucho antes de que llegaran los colonos al Nuevo Mundo, la fiesta de
Nochevieja era observada por los indios iroqueses, que la relacionaban con la
cosecha de maíz. Reuniendo ropas viejas, útiles caseros de madera, maíz y otros
cereales los indios arrojaban estas posesiones del año anterior en una gran
hoguera, con lo que significaban, el comienzo de un Nuevo Año y una nueva vida.
Era una costumbre antigua tan literal, en su significado, que los eruditos de
épocas muy posteriores no tuvieron que especular sobre su sentido.
La idea de
utilizar un recién nacido para simbolizar el comienzo de un nuevo ciclo surgió
en la antigua Grecia alrededor del año 600 a.C. En las fiestas dionisiacas, era
costumbre hacer desfilar, como homenaje a Dionisos, dios del vino y de las
francachelas, un bebé en un cesto de juncos, que representaba el renacimiento
anual de ese dios como espíritu de la fertilidad. En Egipto se efectuaba una
ceremonia similar representada en la tapa de un sarcófago que hoy se encuentra
en un museo británico. Dos hombres, uno de ellos viejo y con barba y el otro en
el apogeo de su juventud, aparecen en él portadores de un bebé en un cesto de
mimbre.
Tan corriente era el símbolo del bebé del Año Nuevo
en tiempos de los griegos, egipcios y romanos, que la primitiva Iglesia
católica, tras no poca resistencia, permitió finalmente a sus miembros la
utilización en celebraciones, con tal de que quienes participaban en ellas
admitieran que el bebé no era un símbolo pagano, sino una efigie del Niño
Jesús. Nuestra moderna imagen de un bebé en pañales y con el número del año en
el pecho se originó en Alemania, en el siglo XIV, y apareció sucesivamente en
ilustraciones y en canciones de cada época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario