PARA
LA REFLEXIÓN EN TIEMPOS APOCALÍPTICOS- ELECTORALES
UN
TRAJE A LA MEDIDA
Joel
Hurtado Ramón
“Tú estás sobre los querubines, tu que has cambiado la
miserable condición del mundo cuando te has hecho como nosotros” (San
Atanasio).
Los seres humanos vivimos
por ciclos astronómicos que van desde un segundo hasta un mamvantara o
manuvantara, o la edad de un Manu, el hindú progenitor de la humanidad, es un
período astronómico de la medición del tiempo. Manvantara es un sánscrito
sandhi, una combinación de palabras manu y antara, manu-antara o manvantara, lo
que significa, literalmente, la duración de un Manu, o la duración de su vida.
La duración real de un manvantara, según el
Visnú Purana es setenta y una veces el número de años que figuran en los cuatro
Yugas, con algunos años más, que suman 852.000 años divinos, o 306 720 000 años
humanos.
Los mayas a su vez tenían
entre sus fechas calendáricas los cinco fragmentos en los que era dividida la
elíptica que recorre el sol en su movimiento de traslación por el cosmos, cada
uno de cinco mil ciento veinticinco años. Uno de estos ciclos es el que terminó
el 21 de diciembre del dos mil doce, dando así inicio a otro ciclo de igual
duración.
El final de este ciclo fue
el que levantó tanta ámpula que muchos medios de comunicación hicieron el gran
negocio de su vida haciéndoles creer a algunas personas que sería el fin del mundo, lo cual era una
gran mentira porque los mayas jamás dijeron que el mundo se acabaría, sino que
al final de ese ciclo y comienzo del que apenas iniciamos, por influencias
cósmicas y humanas, entraríamos en un periodo de intensa confusión donde lo
peor de la especie homínida pensante se manifestaría, agregándose a esto
terribles catástrofes naturales como lo estamos viviendo en este momento de
transición, y lo que nuestros ancestros peninsulares nos advertían es que
fuéramos prudentes en conductas y
acciones de tal forma que ayudáramos a neutralizar los tiempos nefastos que
nosotros y la Tierra estamos viviendo y de los cuales, en gran parte, somos
causa y consecuencia, sin embargo pareciera que todo esto no nos importa en lo
más mínimo, de ahí la relevancia que cobran ciertas palabras que el Papa
Francisco pronunciara y dirigidas
fundamentalmente a la curia romana, pero cuyas letras, como un saco hecho a
nuestra medida, nos vienen a todos.
En estos días del 2018 estamos
iniciando un nuevo ciclo anual en donde todavía estamos sintiendo los efectos
positivos de la navidad y este periodo que, aparentemente, termina con el
simbolismo de los reyes magos, pero que continúa hasta la primavera y el
verano, es muy propicio para la reflexión y que mejor que para ello traigamos a
colación algunos pensamientos que el pontífice argentino emitió invitando a la meditación.
He aquí algunos de ellos:
''La enfermedad de sentirse
‘inmortal’, ‘inmune’ o incluso ‘indispensable’, dejando de lado los controles
necesarios y normales. Una Curia que no es autocrítica, que no se actualiza,
que no intenta mejorarse es un cuerpo enfermo... Es la enfermedad del rico insensato
que pensaba vivir eternamente y también de aquellos que se convierten en amos y
se sienten superiores a todos y no al servicio de todos''.
''La enfermedad del endurecimiento mental y
espiritual:.. Es la de los que, a lo largo del camino, pierden la serenidad
interior, la vivacidad y la audacia y se esconden bajo los papeles
convirtiéndose en ‘máquinas de trabajo’ y no en ‘hombres de Dios’... Es
peligroso perder la sensibilidad humana necesaria para hacernos llorar con los
que lloran y se regocijan con los que gozan. Es la enfermedad de los que
pierden ‘los sentimientos de Jesús’”.
''La enfermedad de Alzheimer
espiritual: Es decir, la de olvidar la ‘historia de la salvación’ la historia
personal con el Señor, el ‘primer amor’. Es una disminución progresiva de las
facultades espirituales... Lo vemos en los que han perdido el recuerdo de su
encuentro con el Señor...en los que construyen muros alrededor de sí mismos y
se convierten, cada vez más, en esclavos de las costumbres y de los ídolos que
han esculpido con sus propias manos''.
''La enfermedad de la
rivalidad y la vanagloria: Pasa cuando la apariencia, los colores de las ropas
y las insignias de honor se convierten en el principal objetivo de la vida...
Es la enfermedad que nos lleva a ser hombres y mujeres falsos y a vivir una
‘mística’ falsa y un falso ‘quietismo’”.
''La enfermedad de la esquizofrenia
existencial: Es la enfermedad de los que viven una doble vida, fruto de la
hipocresía típica de los mediocres y del progresivo vacío espiritual que ni
grados ni títulos académicos pueden llenar. Se crean así su propio mundo
paralelo, donde dejan a un lado todo lo que enseñan con severidad a los demás y
empiezan a vivir una vida oculta y, a menudo, disoluta''.
''La enfermedad de divinizar
a los jefes: Es la enfermedad de los que cortejan a los superiores, con la
esperanza de conseguir su benevolencia. Son víctimas del arribismo y del
oportunismo, honran a las personas y no a Dios. Son personas que viven el
servicio pensando sólo en lo que tienen que conseguir y no en lo que tienen que
dar. Personas mezquinas, infelices e inspiradas sólo por su egoísmo fatal''.
''La enfermedad de la
indiferencia hacia los demás: Es cuando todo el mundo piensa sólo en sí mismo y
pierde la sinceridad y la calidez de las relaciones humanas. Cuando los más
expertos no ponen sus conocimientos al servicio de los colegas con menos
experiencia. Cuando, por celos se siente alegría al ver que otros caen en lugar
de levantarlos y animarlos”.
''La enfermedad de la acumulación: Cuando el
apóstol busca llenar un vacío existencial en su corazón acumulando bienes
materiales, no por necesidad, sino simplemente para sentirse seguro... La
acumulación solamente pesa y ralentiza el camino inexorablemente”.
''La enfermedad de la
ganancia mundana, del lucimiento: Cuando el apóstol transforma su servicio en
poder, y su poder en mercancía para conseguir beneficios mundanos o más
poderes. Es la enfermedad de la gente que busca insaciablemente multiplicar su
poder y para ello son capaces de calumniar, difamar y desacreditar a los demás,
incluso en periódicos y revistas. Naturalmente para lucirse y demostrarse más
capaces que los otros”.
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