CAMALEÓN
Veracruz, ¿Ínsula Barataria?
En esta lamentable etapa por la que atraviesa
la entidad veracruzana, en retrospectiva ya podemos visualizar el daño causado
por un Grupo de ayuda mutua que arribó a la más alta esfera del poder porque
Fidel Herrera Beltrán requería que se cubrieran las anomalías en la aplicación
del recurso público durante su mandato. Este grupúsculo fue integrado con
individuos carentes de sensibilidad social, ajenos a la vocación de servicio,
elevados al poder con el único propósito de medrar a costa del erario
veracruzano. ¿Qué permitió este desaguisado contra el destino de millones de
personas, los que cometieron el delito de lesa entidad, cuáles las
circunstancias que lo permitieron? Son interrogantes cuya respuesta son nada
difícil de desentrañar.
Lo que ha ocurrido en Veracruz es
verdaderamente asombroso, y parecería increíble si no lo estuviéramos comprobando,
¿en manos de quién depositamos el gobierno de la entidad? ¿Por qué permitimos
ese latrocinio que desde el centro del país nos recuerdan con lacerante respuesta
“nosotros ya mandamos el recurso”? ¿Qué calificativo pudiéramos otorgarle a
este conjunto de personas que se
adueñaron de la administración pública veracruzana para imponer el
patrimonialismo político como modelo de gobierno?
No podemos llamarle gobierno a lo que Javier
Duarte de Ochoa encabezó en estos últimos seis años, tampoco servidores
públicos a quienes lo acompañaron y son cómplices de la quiebra financiera del
gobierno. Pandilla sería la mejor expresión, porque no es casualidad el que por
lo menos nueve de ellos están vinculados a proceso, señalados por la justicia
como depredadores del recurso público. Esto apenas empieza, y difícilmente
podrán evadir la cárcel; encierro para Duarte y compañía es lo que exige la
sociedad veracruzana, y mientras tanto bueno sería expropiarles el patrimonio
que formaron con el dinero de todos los veracruzanos.
El daño ha permeado para mal del sistema
político mexicano porque entre los señalados del pillaje figuran cuatro
diputados federales y dos diputados al Congreso local, a quienes desde ya
debiera iniciarse proceso acusatorio. En cuanto a Javier Duarte, doble culpa es
la suya porque juró velar por el bien de los veracruzanos y en vez de aplicarse
a mejorar Veracruz lo deja en plena bancarrota, porque no supo gobernar y
dedicó tiempo y posición a enriquecerse de manera desorbitada e ilícita.
Al margen del perjuicio ocasionado, la
historia universal y de México está colmada de estos casos y su renovada
fluidez en el transcurso de los tiempos lo demuestra con rotunda claridad; Miguel
de Cervantes, Shakespeare, Da Vince, Homero, Virgilio, entre otros egregios testigos
y hacedores de la historia han trascendido a su tiempo porque conocieron a la
perfección la condición humana, inexorable fuente de la acción del hombre. Dígalo
sino ese magnífico relato de Cervantes en el Quijote, en el capítulo relativo a
la ínsula Barataria, un corto territorio entregado a Sancho Panza para su
gobierno. Si bien su desenlace es feliz por la natural viveza de Sancho, es
evocable por cuanto a que revela lo ocurrido cuando el talento para gobernar
está ausente.
Imaginemos el diálogo entre Fidel Herrera y
Javier Duarte antes de conferirle la candidatura priista al gobierno de
Veracruz y traslapemos la escena a lo que dice don Quijote a su fiel escudero:
“Infinitas gracias doy al cielo, Sancho amigo, de que antes y primero que yo
haya encontrado con alguna buena dicha, te haya salido a ti a recibir y a
encontrar la buena ventura… y tú, antes de tiempo, contra la ley del razonable
discurso, te ves premiado de tus deseos. Otros cohechan, importunan, solicitan,
madrugan, ruegan, porfían, y no alcanzan lo que pretenden; y llega otro, y sin
saber cómo ni cómo no, se halla con el cargo y oficio que otros muchos
pretendieron; y aquí entra y encaja bien el decir que hay buena y mala fortuna
en las pretensiones. Tú, que para mí, sin duda alguna, eres un porro, sin
madrugar ni trasnochar y sin hacer diligencia alguna, con solo el aliento que
te ha tocado de la andante caballería, sin más ni más te ves gobernador de una
ínsula, como quien no dice nada. Todo esto digo ¡oh Sancho! para que no
atribuyas a tus merecimientos la merced recibida, sino que des gracias al cielo
que dispone suavemente las cosas… (Quiero aconsejarte) y ser norte y guía que
te encamine y saque a seguro puerto de este mar proceloso donde vas a
engolfarte; que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo
profundo de confusiones”.
No estaba Sancho preparado para la gobernanza
y sufrió sinsabores, por ello en nostálgica reflexión clamaba al final de su
aventura en la Ínsula que le dieron para gobernar ¿(seis años después?): “…dichosas eran mis horas, mis días y mis
años; pero después… me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia,
se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil
desasosiegos (…) abrid camino señores míos, y dejadme volver a mi antigua
libertad: dejadme que vaya a buscar la vida pasada para que me resucite de esta
muerte presente. Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni
ciudades (…) Quédense en esta caballería las alas de la hormiga, que me
levantaron en el aire para que me comiesen vencejos y otros pájaros, y volvámonos
a andar por el suelo con pie llano, que si no le adornaren zapatos picados de
cordobán, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda…”. Sancho sí pudo regresar
al paraíso perdido, pero el privilegio de la libertad está vedado para quienes
no entienden que “entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque
algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento (y) de
los desagradecidos está lleno el infierno…”, eso escribió hace 401 años Miguel
de Cervantes Saavedra. Sabia virtud de conocer el tiempo.
26- noviembre- 2016.
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