LA
MUERTE
Joel
Hurtado Ramón
La muerte en su concepción
limitativa de la vida no existe, la
muerte es el símbolo de una transición física a otra que tendrá que llegar. Es,
más bien, dejar una vestidura para posteriormente estrenar una más. De acuerdo
con las leyes de la física nada se pierde todo se trasforma y algo parecido
podríamos aplicar a la sucesión de la vida y la muerte.
Cuando el cuerpo muere el
espíritu que lo habitaba pasa por diversos procesos sucesivos que la tradición tibetana llama bardos, hasta
que vuelve a encarnar en un nuevo cuerpo.
La iglesia católica lo
acepta de otra manera, con la diferencia de que para ella el espíritu de la
persona ya no regresará, pero si acepta que ese espíritu puede ir al
purgatorio, al infierno o al cielo,
considerando al purgatorio como
un paso de purificación mientras que el infierno es el supremo castigo y el
cielo la suprema recompensa.
Así es como esta institución
religiosa ha venido dominando, desde
siglos atrás, a sus feligreses, concediéndoles
el cielo o enviándolos al infierno de
acuerdo a sus no siempre nobles
intereses.
Para todas las
civilizaciones antiguas, hindú, egipcia, tolteca, maya etc, etc, la vida no era
más que una transición donde los seres humanos tomábamos un nuevo cuerpo para
seguir nuestro aprendizaje terráqueo, hasta que ya no tuviéramos que regresar debido
a la experiencia acumulada que, al fin, nos llevaría a besar sus pies, o en
todo caso regresar a cumplir una misión de ayuda a sus hermanos más atrasados,
como fue la de Jesús, así como la de
todos los grandes Maestros que la humanidad recuerda con especial
devoción, esto fue lo que llevó a los mayas a decir que los seres humanos
evolucionábamos a través de múltiples reencarnaciones.
Entre los tibetanos existe
la tradición de los rimpoches, que son
Maestros ascendidos que regresan a la
tierra a seguir cumpliendo con su misión.
El Dalai Lama es parte de
esa antigua tradición ya que cuando un Dalai Lama muere de inmediato se busca a
su próxima reencarnación.
De alguna manera el Día de
los Muertos y de los Santos Difuntos nos
vienen a recordar que nuestros seres amados aún viven y que tienen un portal dimensional por donde se les permite
venir en días determinados a convivir con nosotros.
Aun cuando desde tiempos muy
antiguos se ha venido representando a la muerte con una temible calavera o con
un esqueleto lo cierto es, desde mi punto de vista, la muerte deberíamos de ver como
una mujer de gran belleza, que como madre nuestra nos da nacimiento hacia otra
dimensión, para seguir nuestro proceso de evolución, pero ¿porque la diseñamos de esa manera? Por el temor al castigo que se nos ha inculcado debido a nuestras conductas incorrectas o
errores, que es lo que significa pecado.
Cuando el Maestro Jesús le
decía a un paralítico, a un ciego o a un mudo que había sanado, tus pecados,
errores, te son perdonados vete y no peques más, le estaba indicando que en
virtud de todos sus errores pasados, o sea cometidos en otra u otras vidas, ya
que sus problemas generalmente eran heredados de vidas pasadas, en realidad
le estaba diciendo cometiste muchos errores en
otra u otras vidas no lo vuelvas a hacer.
Es lo que en la religión
hindú le llaman karma, y los aztecas destino. El Maestro en virtud de sus
poderes divinos podía hacer esto y más.
Sin embargo si nuestra vida
estuviera libre de errores o pecados las cosas serían diferentes, ya que no le
temeríamos a la muerte y siempre estaríamos listos para irnos con alegría de
este mundo cruel o valle de lágrimas como
les dicen algunos, pues el que nada debe nada teme, el miedo a la muerte
se da debido a que inconscientemente o conscientemente sabemos que nuestras
conductas no siempre han sido positivas y que tendremos que rendir cuentas ante
nosotros mismos y los señores del karma, pero en otros planos, de todos los
errores cometidos.
De ahí que el Maestro Jesús
dijera más te vale perder el ojo derecho
de tu cara que caer en la gehena, más te vale perder el brazo derecho de tu
cuerpo que caer en la gehena, Él no intimidaba, simplemente advertía que
nuestros actos o conductas erróneas nos traerían consecuencias, pues
toda acción positiva o negativa, traería una reacción a la medida de la
misma.
Conocí a un gran Maestro que
siempre nos decía: el que inconscientemente peca inconscientemente paga, el que
conscientemente peca conscientemente paga.
SI todos los que actualmente
se encuentran haciendo daño en el planeta, magnates, políticos, capos y
sicarios, especuladores de todo tipo y
los que se les agreguen supieran lo que
experimentarán no estarían tan felices disfrutando lo que mal han logrado, ya que el destino o karma que
les espera no es envidiable por ningún lado que se les vea, ya que no hay escapatoria,
pues las leyes divinas a diferencia de las leyes de los humanos son inviolables
e insobornables.
Nuestros ancestros aztecas,
y los que quedaban a lo largo del continente americano, eran una civilización en decadencia no en
ascenso, sin embargo habían heredado grandes conocimientos de civilizaciones
más avanzadas que cuando los españoles llegaron ya habían desaparecido como las
civilizaciones maya o tolteca; la prueba
es que Teotihuacan, lugar donde los hombres se convertían en dioses, era ruinas cubiertas por la maleza, y la gran
cultura maya también, dejando solo huellas como las de Bonampak y Chichen Itzá,
de ahí que su sentido de la muerte fuera muy diferente a la de los
conquistadores.
Estas civilizaciones tenían un conocimiento
más profundo sobre la vida y sobre la muerte, sobre el cosmos y sobre la
naturaleza, de la que actualmente presumimos debido a un avance tecnológico
anárquico y difuso que nos está
llevando al exterminio de la humanidad a
través de un genocidio lento y silencioso. La gran muerte de otra civilización
más.
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