EL
AGUILA Y LA SERPIENTE VS EL AGUILA IMPERIAL.
Joel
Hurtado Ramón
Para quienes se han tomado la molestia de investigar el
simbolismo del águila y la serpiente, posadas sobre un nopal, han encontrado
que este símbolo, iniciático y sagrado, tiene una gran trascendencia para el futuro de nuestro país.
Si nosotros nos diéramos a
la tarea de conocer nuestros orígenes verdaderos, o en las escuelas de
educación básica y media nos explicaran la grandeza de nuestros ancestros, hace
mucho tiempo que hubiésemos superado el trauma de la conquista y de los miedos
que atemorizan a nuestros espíritus como mexicanos, y nos sentiríamos
orgullosos y poderosos, psicológicamente, y no le temeríamos a nada de lo que
está ocurriendo, tanto en nuestra nación como en el mundo, por la gran
protección que tenemos, y que nos llevará a ser una nación con un gran destino
a cumplir, a través del tiempo y los años por venir.
Desde la campaña de Trump,
hasta su reciente triunfo, de alguna manera previsto en nuestra anterior
colaboración, se ha desatado una paranoia que nos tiene apesadumbrados por el
futuro que nos espera, que se considera muy negativo, por no decir pavoroso.
Actualmente México se
encuentra atravesando tiempos muy peligrosos, parte del cambio del ciclo
cósmico escrito por los antiguos sacerdotes mayas que lo anunciaron, con mucha
antelación, no como el fin del mundo, como lo explotaron comercialmente las
grandes empresas trasnacionales del espectáculo, para llevar, no agua a su
molino, sino millones de dólares a su bolsillos.
Los sacerdotes mayas, que
tenían un gran conocimiento del cosmos y de sus movimientos permanentes, y que
además conocían las matemáticas como parte de
su sabiduría sagrada, al igual que los
babilonios, egipcios, hindúes y
todas las culturas iniciáticas de la antigüedad, sabían de estos difíciles
tiempos, como todas esas culturas, y al
igual que ellas nos dejaron predicciones, algunos les llaman profecías, para que nos preparáramos, y las
drásticas transformaciones fueran menos
dolorosas de las que estamos sufriendo, en los momentos actuales, por nuestro
materialismo, escepticismo y el
pragmatismo que nos corroe.
Cientos de años antes de que llegaran los ambiciosos
españoles, como un destino manifiesto, a la usanza gringa, en este continente
existieron grandes civilizaciones, de las cuales los pueblos que encontraron
los conquistadores eran simples remanentes en total decadencia.
De esas grandes
civilizaciones heredamos la simbología de nombres y edificaciones que, aun hoy,
permanecen de pie dando fe de la
grandeza de aquellas avanzadas culturas.
Los templos mayas, toltecas,
incas solo son algunas de las grandes huellas de tiempos remotos que se pierden
en la noche de los tiempos, así como toda la simbología conocida, entre otras
la del águila y la serpiente.
Cuando hablo de la grandeza
futura de este país me sustento en verdades ocultas del símbolo, ya que atrás
de cualquier mito o leyenda siempre existe una verdad velada.
El águila y la serpiente no
significa lo que básicamente se dice: un águila devorando a una serpiente, sino
la serpiente transformándose en águila, lo que repta, o se arrastra, algún día
aprenderá a volar. El nopal con espinas y el agua que lo rodea, son las pruebas
y emociones que hemos vivido y estamos viviendo, dolorosas y sangrientas, que
impactan a miles de familias, connacionales nuestras, hermanas de nuestro espíritu;
sus sufrimientos son nuestros sufrimientos.
El Ku-Kul-Kan, de los mayas,
serpiente emplumada, como el Quetzalcóatl de los toltecas trasmitido a los
mexicas, tiene la misma connotación que la serpiente transmutándose en águila.
El México que hoy conocemos, y del cual todo mundo se queja, por la pobreza y
la inseguridad, originada en la corrupción galopante, producida por demonios en
forma humana, que nos desangra y nos lastima, creando todos los males que nos
asolan, recordemos el anticristo, es el preludio de un final que no tardará en
llegar, y que posiblemente sea más doloroso de lo que actualmente estamos
sufriendo, pero final al fin, valga la redundancia. Es la serpiente sufriendo
para transformarse en águila.
En cambio el orgulloso y
arrogante imperio, la octava superior de la
antigua Roma, con su águila imperial, con su capitolio y su pentágono
conquistador con sus misiles a cuesta ya no tiene remedio, su decadencia está a
la vista y el triunfo del magnate lo anuncia.
El imperio es solo un
trasplante de la antigua Europa, con apenas medio milenio de antigüedad, con
sus mismos vicios y ambiciones, llegando ya a su menoscabo total, no olvidemos
que ellos, en su mayoría, descienden del imperio inglés o la perversa Albión,
como era conocida debido a sus intrigas inmorales y carentes de toda ética.
El término de este imperio,
como todos los imperios, tendrá una agonía más dolorosa que la nuestra, y
nosotros, desafortunadamente, la compartiremos por nuestra vecindad inevitable,
pero mientras que ellos ya no tendrán ningún futuro grandioso, nosotros nos
convertiremos en una potencia, no solo material sino moral, seremos una cultura
sagrada nuevamente, sin religiones falsas rindiéndoles culto al dios Mamón,
sino al servicio de la humanidad.
Para concluir, basta decir
que el simbolismo del águila no ha sido privativo de nuestros ancestros, ya que
lo encontramos en disímbolas civilizaciones antiguas, desde Asia hasta Europa, pasando
por el medio oriente, por lo que el águila y la serpiente no son símbolos
eminentemente americanos debido a su sacralidad, pero en las culturas
mesoamericanas los encontramos muy ligados a los toltecas y a los mayas, a
través del símbolo de la serpiente emplumada que señala su destino glorioso, la
serpiente que repta convirtiéndose en águila.
Finalizando
con la interpretación de los símbolos heredados y su trascendencia cósmica, el
México sufriente actual, simboliza el ofidio que repta, pero en el momento
señalado, falta poco, se transformará en el ave que vuela, el ave Fénix que
resucita de sus cenizas. El imperio, que agoniza, carece de este sustento
histórico-profético y, como el águila imperial romana que lo simboliza,
terminará de parecida forma al imperio mencionado, pero con mayor dolor, para
desgracia de su pueblo. Al tiempo.
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