PRESENTACIÓN DEL LIBRO
“POLITICA EN LA PERIFERIA. EL DEBATE DE LAS IDEAS” AUTOR
MAESTRO MARCELO RAMIREZ…EN EL CENTRO REGIONAL DE EDUCACIÓN SUPERIOR…
Honorables integrantes de la Mesa y del
presídium
Maestro Marcelo Ramírez Ramírez
Distinguida concurrencia:
Agradezco la inmerecida invitación que me ha hecho el
Maestro Marcelo Ramírez para participar
como presentador de su libro “Política en la Periferia, El Debate de las
Ideas”.
Quienes conocemos al Maestro
Marcelo, como coloquialmente le llamamos, sabemos de su amplia trayectoria
social, política, académica y cultural, y quien esto escribe solo es un simple
ciudadano en busca de la Verdad, quizá porque, hace muchos años, supo de un personaje
que cambiaría la historia de la humanidad
diciéndonos que solo la verdad nos haría libres. Entiendo que él se encuentra
en la misma vertiente.
Al maestro Marcelo, aparte
de todos sus méritos conocidos y
reconocidos, también lo mueven
inquietudes similares, que nos son afines por naturaleza.
Puedo afirmar, sin temor a
equivocarme o desbarrar, que el Maestro
Marcelo, además de ser un talentoso político, en el amplio sentido de la
palabra, filósofo, escritor, educador, dedicando gran parte de su vida a la
academia, es también un hombre espiritual y místico.
Son pocos los hombres en los
cuales concurren tan disímbolas características
sin importar la personalidad, el tiempo y el lugar y me voy a
permitir mencionar solo a algunos de los más recientes: Albert
Einstein, Alexis Carrell y Albert Schweirtz todos premios nobel, el Maestro
Marcelo sin temor a equivocarme, y sin el afán de un elogio interesado, de lo
que ambos estamos liberados, pertenece a esta gran estirpe.
En libros como "De Mi Vida y Mi Pensamiento",
“Recuerdos de mi Remoto Ayer” y “El Poder de la Oración” todos han dejado
huellas de su elevada espiritualidad y misticismo, y en esta obra, de la
autoría del Maestro Marcelo, encontramos
la misma genética
espiritual a lo largo de su lectura, y como un claro ejemplo está la
introducción, y tres capítulos de los 23 que la conforman: Los mensajes insólitos
del Papa Francisco, El sentido de la misión del Papa Francisco y Ética secular
en la óptica del Dalai Lama.
En el libro Política en la
Periferia. El Debate de las Ideas, desde la introducción hasta el último
capítulo, campea la inquietud permanente del autor; palabras como ética,
espíritu y humanismo las encuentra uno vinculadas en sus diversos pensamientos sobre los problemas
circunstanciales que hemos experimentado a través de la historia tanto estatal,
nacional y globalmente.
Como un ejemplo de lo
anterior me permito citar los párrafos segundo y tercero de su introducción:
La historia es el hogar de
la política, escribe; en ella nace y en ella despliega su propia historia que
se escinde en dos vertientes: la de acción y la de la reflexión. Según han
observado algunos autores, el dar en español el mismo nombre de política a la
práctica social a través de la cual los hombres luchan por el poder y a la
reflexión sobre esa misma práctica, a menudo lleva a confusiones contra la cual
debemos precavernos. La concepción humanista de la política, centrada en los
mejores intereses del individuo y la sociedad, puede ayudarnos al análisis
crítico de los modos de hacerla que, desde luego, se alejan en mayor o menor
medida del paradigma citado, supuestamente defendido por políticos y partidos
en constante lucha por prevalecer. Este distanciamiento de lo que es y aquello
que debiera ser la política, ha existido desde siempre y expresa la tensión que
le es inherente, tal como se vive en cada sociedad y en cada época histórica.
En parte del párrafo tercero, de la misma introducción,
nos recuerda que en la antigüedad clásica, la política propuso el ideal de la
conducta virtuosa de los ciudadanos y de la clase dirigente, lo cual implicaba
anteponer los fines de la polis al interés egoísta del individuo. Ética y
política iban de la mano en la reflexión teórica, si bien en los hechos no sucedía
así y categóricamente afirma, como recordando los extremadamente descompuestos
tiempos actuales, la política real siempre ha estado amenazada por la
corrupción.
Pero en la misma
introducción hay un párrafo, que yo considero de la mayor trascendencia, en
donde nos dice que en los tiempos modernos, con Maquiavelo y otros teóricos, la
política se transformó radicalmente, ganando autonomía y desvinculándose de
toda preocupación ética. Dicho con brevedad: hubo un cambio de dirección de los
intereses humanos, que en adelante se orientan a los asuntos materiales y
temporales; la metafísica es sustituida por el cientismo con su óptica
reductora. En los tiempos presentes Maquiavelo sigue reinando para desgracia
nuestra y de la humanidad.
La modernidad empieza a
separarse de Dios del que considera no tener necesidad, elaborando proyectos
políticos en los que ve la liberación y felicidad del ser humano.
Estos razonamientos del
Maestro me dan pie para meditar en algunas ideas que su trabajo me ha hecho traer
a consideración, porque precisamente de eso se trata de que, como excelente
filósofo, académico y educador, siembre en los que tenemos la oportunidad y el
privilegio de leerlo las preocupaciones inherentes
al tema de la política y de las ideas que él con conocimiento y sabiduría aborda.
Cuando
el Maestro Marcelo afirma que es con la modernidad cuando empezamos a
separarnos de Dios pienso que de ahí derivan muchos de los males de la época, recuerdo
que en épocas menos aciagas, materialistas, paganas y ateas que ahora, cuando los españoles llegaban y fundaban una
nueva comunidad, procuraban que la torre de la iglesia fuera más alta que la
torre del edificio donde se asentaban los gobiernos mundanos. Era una bella
costumbre que tenía raíces profundas en el respeto del hombre por las cosas
divinas, y también se significaba con ello que el orden de Dios estaba sobre el
orden del hombre.
Hoy en el gran enclave comercial e industrial que son los Estados Unidos,
encontramos esto manifestado, pero en sentido contrario; ahí las
manifestaciones humanas tal parece que tratan de decirnos que el
"Orden" del hombre es superior al Orden de Dios. En Nueva York, los
edificios de Wall Street son de los más altos de la ciudad, (en Chicago existe
La Torre Sears) como un símbolo de que el Dios Mamón reina sobre la tierra; de
que el becerro de oro ha encontrado muchos más seguidores y servidores que el
Dios mismo de todos los tiempos y todas las edades. Y es que Wall Street se ha
convertido en símbolo del mundo y de lo que todos quisiéramos ser y que sin
embargo no somos, y afortunadamente no
seremos jamás, porque la humanidad no surgió para rendirle pleitesía al dinero
sino a Dios, a esa Inteligencia Superior que unos conciben de una forma y otros
de otra, pero que al final de cuentas se refiere a esa Gran Inteligencia y
Sabiduría que rige todos los confines del Cosmos u Orden Universal. Esto lo
sabían los antiguos Sabios de todas las Culturas Sagradas e Iniciáticas, quienes
vivían en armonía conforme a los designios divinos, cuando todas las
actividades del género humano tenían como marco de referencia a DIOS y lo
Sagrado. En esos tiempos la música, la medicina, el gobierno y la ciencia
estaban regidos y consagrados por esa Inteligencia Superior a la que
anteriormente nos hemos referido. No es una simple coincidencia que en todos
los continentes del mundo encontremos huellas de una grandeza maravillosa tanto
material como espiritual: Egipto, Teotihuacan, Machu Pichu, Chichen-Itza, Tiahuanaco,
etc. son manifestaciones de culturas altamente civilizadas, pues una cultura es
altamente civilizada, cuando todas las actividades tienen como referencia lo
divino y lo sagrado, y no cuando se levantan grandes moles de hierro y concreto
al confort humano y a la grandeza material.
Siglos van
y siglos vienen, y la Esfinge sigue en pie de lucha haciendo sus interrogantes
a la humanidad, interrogantes que el mundo profano no sabe entender y menos
contestar. Siglos van y siglos vienen, y la Pirámide del Sol y la Pirámide de
la Luna se mantienen enhiestas y vigentes, a través de la calzada de los
"muertos", guardando su maravilloso mensaje, esperando al caminante
inegoísta y sereno, al que tiene "ojos para ver y oídos para oír",
que quiera servir y no servirse de sus semejantes, para entregarle todos sus
conocimientos teocráticos y divinos. Siglos van y siglos vienen, y Machu Pichu
continua vigilante en los Andes Peruanos salvaguardando la vía divina, y
esperando alerta a que vuelvan los gigantes de antaño, pero no gigantes de
carne y hueso, sino los gigantes de espíritu, hombres de carne y hueso
transmutados por el trabajo y la dedicación; verdaderos Sacerdotes-Sacerdotes,
verdaderos Reyes-Sacerdotes, que con su Sabiduría Infinita, le devolverán a la
humanidad su grandeza olvidada pero jamás perdida.
En el Capítulo Séptimo titulado La opción
política fundamental: Servirse del poder o servir con él, me recuerda a grandes
personajes de la historia que hicieron del poder el elemento vital de su
existencia como Julio Cesar, Napoleón, Adolfo Hitler, todos buscaron el poder y
lo obtuvieron, sin embargo fue un poder efímero y pasajero. El primero murió
asesinado por una conspiración en el senado, encabezada por Bruto, su hijo
nacido fuera de matrimonio, el segundo murió solo, triste y abandonado en Sta.
Elena, de donde jamás regresó; el tercero, acorralado por las fuerzas enemigas
en su bunker de Berlín, optó por el suicidio ante la desastrosa derrota que
amenazaba aplastarlo todo, a él y al pueblo alemán. Ninguno de los tres pudo
ver su sueño de poder concretado tal como ellos lo imaginaban, para toda una
eternidad. El final fue lamentable para todos. ¿Cuál fue la verdadera causa que
los llevó a su desgraciada situación histórica?. Una, una sola: la ignorancia
sobre las fuentes divinas del poder; el poder es más que una definición
sociológica, tiene, como todo lo que existe, una causa y un efecto, en el que
se da la esencia y la presencia, el mal y el bien, todo depende de lo que uno
quiera hacer con él, o sea el uso que deseemos darle. Como el Dios Jano con sus
rostros opuestos, el poder tiene dos polaridades: una divina, otra demoniaca,
pero al final de cuentas ambas con un origen único, porque en el Cosmos, aun
cuando aparentemente todo se da dual, la raíz, la fuente sólo es una y
primigenia. Ni Julio Cesar, ni Napoleón, ni Hitler tuvieron una idea clara de
lo que manejaban, a pesar de que los tres pertenecieron a sectas ocultas
y los tres consultaban astrólogos. Si ellos hubiesen tenido una idea clara de
lo que es el poder, su verdadera naturaleza, definitivamente, otro hubiera sido
su fin; o quizá, sí la tenían, pero su egolatría fue superior a su
conocimiento. Actualmente existen seres, que han sido verdaderas caricaturas de
los tres antes mencionados; porque mientras aquellos deliraban con la grandeza
de sus destinos, buscando el dominio de la humanidad para trascender a través
de ella, estas caricaturas recientes ni siquiera han tenido eso en su descargo.
Idi Amín, el Sha de Irán, Somoza, Pinochet, Duvalier, Stroessner, pertenecen a
los inmensamente pequeños, porque fueron verdaderas víctimas, pobres sátrapas
que nunca conocieron la fuerza que ellos jamás manejaron, sino que los
manejaba a ellos. Entre los dictadores
también hay enanos, y aquellos pertenecen a esta especie. Y es que quien quiere
jugar con fuego sin conocer la naturaleza del fuego lo único que logra es
quemarse.
Tanto
Napoleón, como Hitler y Julio Cesar, sin ocuparnos ya de los sátrapas enanos,
olvidaron e ignoraron, que solo la grandeza de espíritu es la que sobrevive a
cualquier infortunio o adversidad.
Olvidaron
e ignoraron también que existe una Inteligencia Superior creadora de todas las
cosas y de la cual todo deriva y todo regresa; que es generosa y benévola, pero
también al igual que el Dios de los antiguos Judíos, sabe
hacer justicia, a la manera de cómo, lo definía Ulpiano, dando a cada quién lo
suyo. A mayor perversidad mayor paga, karma le llaman los hindúes, destino los
aztecas. El mundo que dejó Julio Cesar a simple vista se ve fastuoso, fue él quien
puso los cimientos de uno de los imperios más largos de los últimos tiempos.
Sin embargo, detrás de esa fachada de gloria y portento, encontramos su humana
miseria y perversión sin límite. Paradójicamente cuando se fortalece
materialmente Roma, como uno de los más grandes imperios que jamás haya visto
el mundo, es cuando empieza la verdadera decadencia, moral y espiritual del
pueblo romano. Julio Cesar sigue a la
muerte de Catalina; Pompeyo y Nerón le siguen al asesinato de Julio Cesar;
después de Octavio Augusto, una sucesión de asesinatos horrendos y sangrientos
marcan el inicio de la época de los Cesares, y jamás podremos olvidar que es
con los Cesares que llegan al poder los Calígulas y los Nerones, oprobio del
pueblo y vergüenza de la Humanidad. Es bueno recordar que Julio Cesar muere
unas décadas antes de la llegada del Mensajero o Mesías, o el Cristo Jesús.
Pero jamás se podrán olvidar los horrores dejados por el paso de los
emperadores locos, y la opresión imperialista del ejército romano. Tal parece
que la historia se repite una vez más. Ahora otra águila imperial vuela por el
mundo, dejando también miseria, odio y sangre. Otro Capitolio se levanta, y las
legiones con sus centuriones modernos ya no usan espada o lanzas, sino misiles,
ametralladoras y bombas atómicas; y aparentemente el mundo se encuentra
nuevamente en un callejón sin salida.
En el
Capítulo XX titulado Los mensajes insólitos del Papa Francisco nuestro autor expresa que en un mundo sin
referentes, todo se relativiza y es difícil apelar a exigencias absolutas. Por
ello deben atacarse los males concretos dondequiera que estos se encuentren
como lo ha hecho el Papa en su propia
iglesia, señalando que esta también ha caído en la corrupción, haciendo
mal uso del poder espiritual que, por ser una forma de poder, tiende a
corromperse, palabras que me recuerdan otras palabras contundentes, quizá menos
mesuradas, más severas, pero no menos ciertas, sobre los nefastos tiempos de
crisis espiritual que estamos viviendo, escritas por Roger Simeteys, quien cautivo
por la injusticia de los hombres e influido por un elevado misticismo manifestaba proféticamente en
1947: “Hacen falta allá Maestros,
Conductores, Guías, Pastores; no Jefes, sino Realizadores. Hacen falta corazones que amen a su prójimo
más que a ellos mismos” que logren escapar a un mundo que ha llegado a ser foco de hipocresía
y de duplicidad, cayendo en un eterno ciclo de acción y de reacción, del valor
y la cobardía, en donde naciones enteras se prostituyen con una acogedora sonrisa de cortesana
complacencia mostrada al aire libre... donde la ambición egoísta y rapaz de los
individuos, hacen que estos se precipiten a la cabeza de los partidos o
fundando otros nuevos para tener en ellos un papel preponderante, generando protecciones
y complicidades, con publicidad de feriante para lograr sus objetivos; sórdidas
conspiraciones para gobernar el mundo, maniobrando sobre las finanzas, la
industria, el comercio, la muchedumbre, etc. Especulando sobre la avidez, el
odio en la vida; imprimiendo falsas divisas, racionando y requisando aquí para
volver a vender más lejos a precios cuadriplicados, decretando penuria y
almacenando tan meticulosamente que los amontonamientos de mercancía se
deterioran y se pierden. Erizando las fronteras con redes finas y apretadas, y
pareciendo ignorar las transacciones provistas de sellos oficiales y
gubernamentales que encubren la gran industria, la banca, la alta finanza.
Funcionarios pequeños, miserables, serviles, mezquinos, hambrientos, como
peones ígnaros; y altos funcionarios, amos absolutos, árbitros temibles que
controlan el alto tráfico. Hombres de paja bien protegidos, invulnerables; gran
publicidad de depuración agrandando los fraudes y hurtos minúsculos;
espectaculares llamamientos al sacrificio, al trabajo, a la abnegación, al
patriotismo.
Cada uno
saciándose en todos los pesebres, grandes traiciones encubiertas con la
armadura de la incorruptibilidad
Concluyo con estas sabias
palabras del Maestro Marcelo:
Para el autor de estos
trabajos, el criterio con el que deben medirse las políticas públicas y las
decisiones adoptadas desde las instancias de
poder, es si esas políticas y las
decisiones sirven al desarrollo integral de los seres humanos y de la sociedad
considerada como una agrupación de personas. Este criterio implica la noción de
esencia humana definida por la libertad, la dignidad y el derecho a crecer en
los diversos planos de la personalidad.
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